La semana pasada tuve la oportunidad de participar en una cena pascual que rememoraba la última cena de Jesús, lo que me dio la oportunidad de percibir, más de cerca, el significado de esta celebración para el ámbito judío y, al mismo tiempo, me dio la oportunidad de preguntarme qué sentido pudo haber tenido esta cena para Jesús.
La tensa situación que se había originado en Jerusalén debido a las actividades de Jesús los días previos a esta cena (Jn 10, 23-25.31-33) le hicieron ver que sobre su persona se desataría una violenta respuesta de parte de las autoridades judías (Mc 14,1). Por eso Jesús y el grupo que le acompañaba pasaban la noche fuera de los muros de la ciudad (Jn 18, 1-2) y solo a la luz del día y entre el medio de las gentes, con relativa seguridad, podía llevar adelante sus actividades (Mt 24, 1-3).
En este ambiente cabe pensar que Jesús debió tomar algunas precauciones para poder celebrar la cena pascual con sus más cercanos seguidores: hasta último momento ninguno de ellos sabía en dónde sería (Mc 14,12-13) y no habían adelantado los preparativos de la misma (Mc 14, 14-15).
¿Por qué tantas precauciones de parte de Jesús en estos últimos días de su existencia terrena? ¿Acaso prelaba solamente la seguridad física? Aunque podamos reconocer la importancia de este aspecto, Jesús ha debido pensar, ciertamente, que éste sería un encuentro único y ha debido prepararlo minuciosamente, con antelación (Mc 14, 15a): su Última Cena sería la ocasión de mostrar cuán cerca podía estar de sus amigos (Jn 13, 1-5; Jn 15, 14-15). Nada sería casual (Mc 14 22-25).
La Pascua
La Pascua judía era y sigue siendo una fiesta que rememora el paso de la esclavitud a la libertad (Ex 13, 6-8), rememora la acción de Dios por su pueblo (Ex 13, 14) y lo hace en el ámbito de la comida (Ex 12,3-11), la alimentación que permite que todo ser humano pueda vivir.
Comer se convierte en acto y signo de vida. Jesús no cambia estos aspectos, el se ofrece como el alimento que permite una vida plena (Jn 6, 27), gracias a Él podemos liberarnos de la esclavitud del pecado para vivir una vida nueva en libertad (Jn 6, 35), comer a Jesús, alimentarnos de su carne (Jn 6, 51-55), nos permite hacernos uno con Dios mismo (Jn 6, 56).
Después de resucitado será reconocido precisamente en el ámbito de la comida (Lc 24, 36-43), los evangelios son explícitos en esto, tal como lo refiere el relato de Emaús los discípulos finalmente lo reconocen después de la fracción del pan (Lc 24, 30-31).
Jesús, en su Última Cena, lleva a la plenitud lo que Dios desde siempre ha comunicado al hombre: su voluntad inquebrantable de amarnos y de ser alimento que sostiene nuestra vida. Cada vez que tenemos la oportunidad de acercarnos al sacramento de la Eucaristía, la Cena del Señor, rememoramos el momento en que Cristo, nuestro Señor, hizo posible nuestra unión plena con la Divinidad (Jn 15, 9).
Después de resucitado será reconocido precisamente en el ámbito de la comida (Lc 24, 36-43), los evangelios son explícitos en esto, tal como lo refiere el relato de Emaús los discípulos finalmente lo reconocen después de la fracción del pan (Lc 24, 30-31).
Jesús, en su Última Cena, lleva a la plenitud lo que Dios desde siempre ha comunicado al hombre: su voluntad inquebrantable de amarnos y de ser alimento que sostiene nuestra vida. Cada vez que tenemos la oportunidad de acercarnos al sacramento de la Eucaristía, la Cena del Señor, rememoramos el momento en que Cristo, nuestro Señor, hizo posible nuestra unión plena con la Divinidad (Jn 15, 9).
Francisco Gontardo
Profesor del Centro Diocesano "San Justino"
Profesor del Centro Diocesano "San Justino"
Pastoral de Medios de Comunicación
Parroquia "La Resurrección del Señor"
No hay comentarios:
Publicar un comentario