lunes, 10 de junio de 2019

Matar el alma



En el evangelio Jesús nos dice que no hay que temer a quienes matan el cuerpo, sino que más bien hay que temer a quienes incluso pueden matar el alma (Mt. 10,28). Esa expresión me parece que muchas veces se le ha interpretado muy superfinamente. Quizás se ha visto solo como una manera de hacer ver que lo espiritual es más importante que lo corporal. Algo así como cuando se afirma que lo que verdaderamente importa es lo que no se ve…han sido muchas las cosas que se dicen en torno a esa idea. Pues bien, yo quisiera compartir con mis lectores la experiencia de una persona muy cercana a mi familia.

Mi amigo era un joven lleno de ilusión y de salud. Estudió con esfuerzo y dedicación hasta conseguir graduarse en una de las mejores universidades del país. Fueron muchos los desvelos y los sacrificios que tuvo que hacer hasta conseguir la meta deseada. En su camino hubo gente que le hizo daño, pero fue más el apoyo que recibió que los detractores que le surgieron. Desde el principio se puso como meta ser su propio jefe. Así que todo lo que hizo fue trabajar con la idea de llegar a tener un terreno en el que pudiera progresar y echar raíces. Por más de 20 años no hizo más que ahorrar todo cuanto pudo. Cuando lo creyó oportuno se dispuso encontrar un lugar para empezar su nueva vida. Luego de tantas idas y venidas encontró algo con lo que podía empezar.

Disfrutaba aquel sitio. Se levantaba muy temprano cada mañana y se iba a la cama muy cansado, pero con el corazón contento de haber hecho algo nuevo en su propiedad. Cada día los cambios eran evidentes en aquel campo. Una vez que llegaba no deseaba salir de allí de lo bien que se lo pasaba. Tenía animales y cultivaba el campo. Su corazón estaba agradecido a Dios y se sentía satisfecho con la vida…, ayudaba a los lugareños ofreciéndoles trabajo y apoyándolos en lo que podía. Se sentía agradecido a Dios y, a pesar de los inconvenientes que se presentaban, nuestro amigo no se desanimaba. En pocas palabras era un hombre que había logrado en muy poco tiempo tener un pedazo de cielo en la tierra.

Pero una noche se le metieron a su propiedad 5 malvivientes; lo encañonaron y le robaron todo lo que pudieron. Lo retuvieron más de dos horas amarrado mientras se llevaban lo que les dio la gana. Reconoció a varios de aquellos sujetos. Eran los mismos a quienes le había dado trabajo y a quienes les había ayudado con medicina para sus hijos. Fueron dos horas de angustia en donde llegó a pensar lo peor. Cuando pudo se libró de sus amarres y buscó ayuda. Al día siguiente puso la denuncia, pero todo fue inútil. Nada de lo robado se recuperó. Pero el daño mayor no estuvo en lo que se habían llevado, sino en el temor que dejaron en su alma. A partir de aquel momento ya nada fue igual. Al caer la noche venían también los recuerdos de aquella experiencia; durante las siguientes semanas no conciliaba el sueño y se despertaba a mitad de la noche sobresaltado con cada ruido que escuchaba. Ya aquel lugar dejó de ser su pedazo de cielo en la tierra; se convirtió en su infierno. A partir de ahí las cosas no eran igual. Se sentía inseguro y nervioso…, sus sueños e ilusiones se desvanecieron. Así que decidió vender sus sueños y volverse a la ciudad; le habían matado el alma…

Esta experiencia bien pusiera servir de plataforma para entender lo que está pasando en nuestro país. A muchos de los venezolanos nos han matado el alma. Nuestras ganas de seguir luchando se han esfumado entre otras cosas porque nos hemos visto expoliados por delincuentes con placas o simplemente por personas a quienes les hemos ayudado. No sabemos si luchar o huir. 

Otros se han cansado de ver como reina la impunidad y ya no desean seguir perdiendo el tiempo en lo que consideran un imposible. Peor aún, hay quienes se han hecho parte de la oscuridad y les parece mejor convertirse en delincuentes haciendo a otros lo que a ellos le han hecho. No obstante, nunca faltan quienes a pesar de todo mantienen la moral en alto y han vuelto a empezar una y otra vez. Las experiencias enseñan y de todo cuanto está pasando hemos de aprender. Le ruego a Dios me ayude a descubrir en medio de tanto dolor y desánimo, el camino a seguir.

En la cruz hubo un fracaso aparente y una verdadera victoria. Si es en la cruz como nuestro pueblo tiene que descubrir esta enseñanza de vida, entonces mientras más rápido subamos a ella mejor. Que sea ella la que forje nuestro temple y que surjamos de nuestras cenizas lo antes posible. Venezuela es mi sueño y no estoy dispuesto a venderla. Lucharé por ella y si ella reclama mi vida la daré gustoso. Mi sueño bien vale el precio.

Pbro. David Trujillo

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