martes, 5 de junio de 2018

Un amor puro y verdadero: Sagrado Corazón de Jesús, En Vos Confío.


Desde el momento que es concebido el ser humano se presentan escenarios donde despiertan sentimientos de amor, cariño, ternura que brotan desde lo más profundo del corazón de la pareja.

Quienes participan en el ágape, descubre sensaciones desde el vientre de su madre cuya transmisión es realizada en el recorrido genético de su desarrollo embrionario.

Existen hombres y mujeres que van educando esa capacidad de amar dada desde el momento de su creación. Promoviendo una imagen favorable: humildad y entrega abnegada por los más necesitados, descubriendo su relación con aquel que le dio la vida.

Sin duda alguna, hay muchos amores: el de Padre, el de la Madre, hijo (a), esposo(a), amigo(a) y demás familiares, quienes evocan un equilibrio que va formándose y distinguiéndose en su existencia.

El amor, es también misericordia, es perdón, es compresión, es colocarse en lugar de quien sufre, es entrega, es compañía, es solidaridad. Son valores agregados en la persona, que fomenta la participación e integración en la sociedad y en la búsqueda de encontrarse con Él Señor. No obstante, incita a ser reflejo y ejemplo de laborioso servicio domestico, cristiano y profesional.

En este sentido, es oportuno en este mes de junio, conocer a un hombre y una espiritualidad que ha trascendido en la historia de la humanidad y tiene un vínculo muy grande con el plan de salvación y el amor divino, es “El Sagrado Corazón de Jesús”, que se enfoca en el corazón de Jesús, de forma metafórica; se refiere a la vida emocional y moral de Jesús, especialmente a su amor por la humanidad. Esta devoción está íntimamente ligada a la devoción a la Divina Misericordia.

Por otra parte, también se refiere al concepto cristiano del amor y adoración a Jesús. En la mayoría de las imágenes el Corazón de Jesús se visualiza con una corona de espinas y heridas hacia las que Jesús señala.

Este corazón herido simboliza el dolor de Cristo cuando la humanidad rechaza el mensaje de salvación que trae consigo la palabra de Dios. Al incluir la corona de espinas, hace alusión a la forma en que Cristo murió, la cual se hace más evidente al observar las heridas en las manos de Cristo. Por lo tanto, esta imagen se refiere a la de Cristo Resucitado.



Devoción al Sagrado Corazón de Jesús




La devoción al Corazón de Jesús tiene un origen medieval, siendo los escritos de Santa Matilde de Hackeborn, Santa Gertrudis de Helfta y la Beata Ángela de Foligno, uno de los testimonios más antiguos.

Sin embargo, la fuente más importante de la devoción en la forma en que se conoce ahora, fue Santa Margarita María Alacoque de la Orden de la Visitación de Santa María, a quien Jesús se le apareció. En estas apariciones Jesús le dijo que quienes oraran con devoción al Sagrado Corazón, recibirían algunas gracias divinas.

El confesor de Santa Margarita María Alacoque, fue San Claudio de la Colombiere, quién creyendo en las revelaciones místicas que recibía, propagó la devoción. Los Jesuitas la propagarón por el mundo a través de los miembros de la compañía, a pesar de las controversias y de los opositores, entre ellos los jansenistas. Mas los fieles confiaron en la promesa que Jesús hizo a la Santa: "Mi Corazón reinará a pesar de mis enemigos"'.


A mediados del Siglo XX, el capuchino Italiano San Padre Pío de Pietrelcina y el Beato León Dehon, promovieron y revivieron el concepto de la oración dirigida al Sagrado Corazón de Jesús. En su encíclica papal “Auctorem Fidei”, el Papa Pío VI mencionó la devoción al Sagrado Corazón.

Siguiendo una revisión teológica, el Papa León XIII en su encíclica “Annum Sacrum” (25 de mayo, 1899) dijo que la raza humana en su totalidad debería ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando su consagración el 11 de junio del mismo año. Pío XII desarrolla en su encíclica “Hauretis Aquas” el culto al Sagrado Corazón que queda en parte plasmado en el siguiente numeral del Catecismo de la Iglesia Católica:

En el número 478: "Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pio XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).

Los Santos Padres muchas veces hablaron del Corazón de Cristo como símbolo de su amor, tomándolo de la Escritura: "Hemos de beber el agua que brotaría de su Corazón... cuando salió sangre y agua" (Jn 7,37; 19,35).


 En la Edad Media comenzaron a considerarle como modelo de nuestro amor, paciente por nuestros pecados, a quien debemos reparar entregándole nuestro corazón (santas Lutgarda, Matilde, Gertrudis la Grande, Margarita de Cortona, Ángela de Foligno, San Buenaventura, etc.).


En el siglo XVII estaba muy extendida esta devoción. San Juan Eudes, ya en 1670, introdujo la primera fiesta pública del Sagrado Corazón. En 1673, Santa Margarita María de Alocoque comenzó a tener una serie de revelaciones que le llevaron a la santidad y la impulsaron a formar un equipo de apóstoles de esta devoción. Con su celo consiguieron un enorme impacto en la Iglesia.


Promesas de Jesús



En la aparición de Nuestro Señor a Santa Margarita María Alacoque, pidió la institución de una fiesta litúrgica especial después de la solemnidad del Corpus Christi, e invitó a fomentar la recepción más frecuente de la Sagrada Comunión.

De acuerdo, al testimonio de la Santa, el Sagrado Corazón hizo sucesivamente una serie de promesas a sus devotos. Entre ellas se encuentra la llamada gran promesa, que es la de los nueve primeros viernes. Un día viernes, durante la Santa Comunión, El dijo estas palabras a su indigna esclava:

“Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulguen los nueve primeros viernes de mes la gracia final de la penitencia: ellos no morirán en pecado ni sin recibir los santos sacramentos y mi divino corazón se convertirá en su asilo en ese momento”.

Imitar a Cristo, es el llamado que hace la Iglesia en estos tiempos de constantes turbulencias que vive el Estado Venezolano, apegarse a la oración y a la ética profesional, conservando valores que permita construir un mundo de paz e igualdad en los seres humanos. Acudir al Corazón de Jesús, es la mejor herramienta para difundir su amor misericordioso a toda la humanidad que tanto lo necesita.



Ardis Arteaga 
Pastoral de Medios de Comunciación
Parroquia "La Resurrección del Señor"

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