viernes, 14 de septiembre de 2018

Una Cristología Ecológica: Reflexiones sobre algunos aspectos en el pensamiento de Leonardo Boff



                                                                      

Introducción


Desde hace cierto tiempo el Papa San Juan Pablo II insistía en la cuestión ecológica[1]. Recalca el Magisterio Pontificio que la solución al problema de la amenaza ecológica está en íntima relación con el principio de la legítima autonomía de la realidad terrena. Tacha de preocupante la cuestión ecológica. El hombre llevado por el deseo de tener y gozar más cada vez, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. Parece olvidar que el ambiente natural posee ciertas limitaciones que lo hacen vulnerable al tiempo. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra sometiéndola a su voluntad como si no tuviese una fisonomía propia y un destino que sólo Dios le ha podido dar y que el hombre muy bien puede usar, pero nunca traicionar o destruir. (C.A, 37 a)

¨La disminución gradual de la capa de ozono y el consecuente <efecto invernadero> han alcanzado ya dimensiones críticas..., los residuos industriales (...), la deforestación incontrolada (...) todo esto como es bien sabido deteriora la atmósfera y el medio ambiente. De ellos se han seguido múltiples cambios meteorológicos y atmosféricos cuyos efectos van desde el daño de la salud hasta el posible sumergimiento futuro de tierras bajas¨ [2].


Por todo esto se impone como urgente necesidad una verdadera y profunda revisión del estilo de vida del hombre de hoy y, por ende, una reflexión seria sobre la ecología a todos los niveles. Es por esto que deseamos presentar en el siguiente trabajo el fruto del pensamiento ecológico de uno de los padres de la Teología de la Liberación: Leonardo Boff. A él le ha tocado vivir dentro de un sistema político y económico que mucho daño ha causado a la naturaleza especialmente en el territorio de la Amazonia.

Queremos hacer una reflexión cristológica de la ecología desde su pensamiento. Ya desde sus inicios como teólogo, Leonardo Boff asume una cristología cósmica basada en el pensamiento de Teilhard de Chardin. En efecto, hacia la década de los setenta – en pleno desarrollo de la Teología de la Liberación – escribe, entre otras obras: “Jesús Cristo Liberador”; “Pasión de Cristo y sufrimiento humano”; “La resurrección de Cristo y nuestra resurrección”; y de modo especial: “El evangelio del Cristo Cósmico”. Pero será en su última obra: “Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres” donde desarrolle su pensamiento propiamente ecológico.

      
Leonardo Boff
Teilhard de Chardin



Este trabajo consta de dos partes, en la primera presentamos una cristología ecologizada o lo que es igual, la visión cristológica de la ecología según nuestro autor y en la segunda parte se busca complementar la primera presentando una ecología cristológica o la visión ecológica de la cristología.


1. - Una cristología ecologizada

1.1. - Cristo liberador - Cristo cósmico 


Cuando hablamos de modelos de interpretación cristiana del mundo, sobresalen dos, a saber:

a.- La tendencia secularizadora, cuyos teólogos afirman que Dios está en el mundo, pero sin dejarse ver del mundo. Esta tendencia busca separar la realidad del mundo como criatura y la realidad de Dios. El mundo pierde así su “numinosidad” y se le desacraliza. La realidad de Dios trasciende el mundo y su lugar lo ocupa el hombre en cuanto su testaferro, de modo que es el hombre quien asume la responsabilidad de imitar a Dios, imagen y semejanza suya; es él quien asume la responsabilidad de colocar orden y formar un ambiente más fraterno en el mundo. Esa armonía que Dios ha creado en el caos, el hombre debe crearla en el mundo[3].

b.- El otro modelo es el que presenta Teilhard de Chardin; es el modelo que mayor interés tiene para nuestra investigación. Consiste en la afirmación de que todo tiene su consistencia esencial y existencial en Jesucristo, por quien existe todo lo creado (Ef.1,22; Col.1, 15-17). Necesariamente y basados en nuestra fe, hay que decir que el mundo tiene en sí mismo una dimensión crística. Más que la epifanía el mundo se convierte en la “diafanía” (manifestación a través del mundo) de la realidad que engloba a Cristo.[4]

La cristología cósmica no se opone, antes bien, sirve de complemento a la cristología histórica. Es esta cristología la que nos garantiza que la liberación de Jesucristo tiene una presencia activa asegurada en el mundo a la cual ninguna acción del hombre puede contradecir ni contrarrestar. “Representa la victoria definitiva de Dios sobre los mecanismos del mal y la instauración realizada en su reino”[5]. El evangelio del Cristo cósmico reafirma una gran verdad: nuestra situación por muy cautiva que se presente, ya ha sido liberada en y por Jesucristo.


1.1.1.- Hacia una liberación mundializada[6]


En Boff la naturaleza es aquello que se hace continuamente (naturaleza in fieri). El mundo universo es un sistema abierto que pasa por niveles menos complejos a otros de mayor complejidad. Ciertamente que el mundo ha tenido un origen; un inicio, pero aún ahora está continuamente haciéndose. Es una trayectoria desencadenada por Dios que crece continuamente; adquiere formas cada vez más organizadas y sutiles; cada vez más perfectas. Dios no ha dado aún su última palabra en lo que a creación se refiere

Toda degeneración y todo caos no es otra cosa que la palanca o el camino que conduce a la organización y a la perfección. Caminamos hacia formas cada vez más perfectas de vida, aunque para ello sintamos la muerte[8]. El problema que ahora planteamos es el siguiente: ¿Cómo encontrar una explicación lógica y teológica a los problemas actuales del mundo? Las graves y grandes injusticias sociales en las que vivimos contrastan con la afirmación anterior. En efecto, por poner solo un ejemplo, en el mundo de hoy, sólo un quinto (1/5) de la población consume el 80% de las reservas naturales; el resto se tiene que conformar con el 20%, siendo así que son los más numerosos y los que menos daños causan al deterioro de la naturaleza.

Cabría preguntarse en virtud de qué ocurren estas grandes diferencias; acaso, ¿son ellas queridas y deseadas por el Creador? Como respuesta Boff afirma – con Teilhard de Chardin – que todo apunta a la única meta perfecta. Es decir, al punto Omega o al Cristo cósmico al cual haremos referencia más adelante. Si en el mundo existen grandes y graves injusticias que distancian de aquella realidad teológica se debe sólo a la actitud egoísta del hombre que obstaculiza este proceso, amén de la concepción antropológica exacerbada de la sociedad que poco ayuda, antes bien dificulta, dicho proceso. Hoy más que nunca se hace necesario un sistema de convivencia solidaria y participativa que involucre por igual a toda la creación[9]. Hoy debemos hablar de una justicia ecológica que regule la relación de los seres humanos con la naturaleza; que presuponga una nueva alianza del hombre con los demás seres[10].

Todo lo anterior hace pensar que el mundo requiere ser liberado. Él también entra en esa nueva dimensión de la liberación total del Cristo cósmico. Ahora bien, ¿de qué manera podrá ser esto posible? Boff habla del surgimiento de un “cerebro global”[11]. En otras palabras, se trata de la formación de la última de las etapas del universo y a la que se le conoce como: Noosfera.

“La acumulación de cerebros humanos, el aumento de interconexiones de las neuronas por la sofisticación de todos los saberes y experiencias, la conciencia cada vez más planetaria, la percepción de ser más corresponsables de lo que pueda suceder con la naturaleza y la humanidad, permitiría la confirmación de la hipótesis teilhardiana de la noosfera (la esfera de la mente humana unificada)..., El amor significaría la forma más alta de unión de todos con todos y de todos con todo”[12] 


1.2.2.- Hacia una liberación humana





La liberación del Cristo cósmico no se reduce a una clase social; ella ha de ser cosmológica y urgentemente humana. En efecto, urge la liberación de una humanidad sujeta a unos paradigmas sociológicos que hasta los momentos han resultado insuficientes e incapaces de dar respuestas a las necesidades globales de nuestra realidad. Esta liberación consiste especialmente en quitarle al hombre su rol de unicidad. Hacerle comprender que no se encuentra por encima de la naturaleza, sino que más bien se encuentra en el mismo camino de un proceso cada vez más profundo; hacia una liberación más plena e integral que envuelve todo cuanto existe.

Para que se pueda dar esta liberación es importante saber distinguir entre moral y ética. Se pretende una ética especialmente ecológica que dirija los pasos del hombre moderno y no una moral antiecológica que es la que hasta los momentos ha imperado. La ética presenta exigencias que trascienden el sentido y la realidad moral. La moral hace alusión al tema de la obligación; subyace la idea al imperativo externo que proviene de un orden preestablecido[13]. La moral que ha caracterizado al hombre de hoy es utilitarista y antropocéntrica; es esa moral la que nos ha llevado a perder el respeto a la alteridad y a los derechos de los demás seres de la naturaleza[14]. En ella la naturaleza no es más que un cúmulo de recursos puestos a la disposición del hombre y cuyo uso se regula por normas más o menos lógicas, pero a las cuales sólo están unidas un débil sentido de responsabilidad. No existe una verdadera identificación de la persona con la norma moral; se actúa no por convicción, sino por obligación; no existe una real conciencia moral ecológica.

La ética, por el contrario, apunta a una conciencia y a una convicción personal del cómo se debe actuar; más aún, del cómo se debe vivir. Hace referencia a la capacidad de adaptarse a aquello que debe ser y que, en este caso, se trata nada menos que de la defensa del planeta y de la promoción de la vida en general. La ética profundiza en el principio de responsabilidad y compasión[15].

“El principio que señala el norte de la ética de la compasión es: «bueno es todo lo que conserva y promueve a todos los seres en su equilibrio dinámico, especialmente a los vivos y, de entre los vivos, a los más débiles y amenazados; malo es todo lo que perjudica y hace desaparecer los seres o destruye las condiciones de su reproducción y desarrollo». O, como lo formuló escuetamente Albert Schweitzer: «Ética significa la ilimitada responsabilidad por todo cuanto existe y vive»”[16]

Una ética ecológica puede llevar al hombre moderno a tomar partido por la vida; a dominar su hambre de poder y explotación; su afán de suficiencia; a no crear falsas necesidades que lo conduzcan a su vez a otras mayores en detrimento de todo aquello que lo rodea. Una ética ecológica podrá conducir al hombre de hoy a una actitud de comunión y de solidaridad. Será esta la ética que caracterice al hombre liberado por Jesucristo.



Pbro. David Miguel Trujillo Utrera
Mcs. Teología. 
Parroquia "La Resurrección del Señor"




Referencias:

[1] En este sentido remito a los diferentes discursos donde el Santo Padre ha hecho referencia al tema: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Editrice Vaticana: Volúmenes: IX, 1-1986; IX, 2- 1986; X, 3-1987; XII, 2-1989; XV, 2-1992. Además de cuanto ha dicho en encíclicas como: Evagelium Vitae,37; Centesimo annus 37-38a; Sollicitudo rei socialis, 26g, 34 d-e; Redentoris missio, 37m.

[2] Cf. Juan Pablo II. “Paz con Dios creador, paz con la creación” en: L´Osservatore romano. Año: XXI, N.- 50 (10 de diciembre de 1989); N.- 6.

[3] Cf. BOFF, L., “Jesucristo y la liberación del hombre”, Madrid, 1987, 569

[4] Ibid., 569

[5] Ibid., 572

[6] Según Leonardo Boff, la Teología de la Liberación siempre ha tenido como punto de partida la realidad del pobre y es sólo a partir de aquí desde donde se podría hablar de una liberación mundializada. Ya no estamos ante dos extremos contrapuestos: ricos y pobres; Norte y Sur; ahora la cuestión consiste en buscar puntos de convergencias en beneficio de toda la humanidad. El concepto de pobre trasciende los límites y los esquemas mentales de hace unas décadas. Hoy por hoy, la palabra pobre encierra un contenido más profundo. Hoy la amenaza de muerte recae sobre la humanidad entera. Todos estamos amenazados y todos debemos unirnos en beneficio de esa humanidad. Por eso debemos hablar de una liberación mundializada que abarque no sólo a los pobres (aquellos que nada tienen), sino más bien a todos los hombres; sus mecanismos de convivencia y sus formas de enfrentar los problemas y de alguna manera a la naturaleza misma. Ecológicamente hablando la Teología de la Liberación afirma que la especie de la creación más amenazada son los pobres, pero en este caso se incluye a la misma creación. Es decir, toda criatura cuya vida se encuentre en peligro. Hoy se impone la necesidad de crear una “democracia cósmica” en la cual se aprenda a convivir con el resto de la creación. Para mayor información: RODRÍGUEZ, S., “Pasado y futuro de la teología de la liberación”, Navarra, 1992, 242-244

[8] Ibid., 110

[9] En este sentido podemos hacer referencia a cuanto dice Boff en su obra: “Ecología: grito...”, o.p, (143-145) cuando habla de las consecuencias del liberalismo y neoliberalismo como sistemas económicos antiecológicos. En efecto, el epicentro del progreso actual no es la persona y los pueblos con sus necesidades y preferencias, sino la mercancía y el mercado a lo que todo se debe someter. Esto lo convierte en un progreso inmenso, pero inhumano.

[10] Ibid., 144

[11] Cf. BOFF, L., “Nueva Era: la civilización planetaria”, Navarra, 1995, 54

[12] Ibid. 54

[13] BOFF, L., “Ecología: grito de ...”, o.c., 174

[14] Ibid., 174

[15] Ibid., 175

[16] Ibid., 175

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