Hace unos días reflexionaba sobre el signo de la luz, hoy quisiera hablar de lo que es el signo de la sal para un cristiano, ya que en el evangelio Jesús afirma que somos “sal de este mundo”. Quisiera resumir mis ideas en tres palabras:
Sabor de las cosas
La sal es el condimento básico que usamos para agradar nuestro paladar en las comidas. Una comida insípida no es agradable. Del mismo modo, el cristiano está llamado por Dios a darle sabor a la vida.
Esto significa el ser proactivo y generoso en el servicio; procurar hacer el bien de modo desinteresado haciendo de la alegría la nota que nos caracteriza.
Existe demasiada gente que dice seguir a Cristo y vive apesadumbrado; llevan una vida sin sentido y vacía. Son gente que actúa de mala fe; hace daño solo con su presencia. Son gente tóxica con quienes no provoca pasar tiempo ya que no hace más que quejarse de todo cuanto les pasa. No creo que Dios nos haya creado para vivir un infierno anticipado en este mundo.
No todo lo que nos pasa es malo y siempre de todo cuanto ocurra podemos sacar cosas buenas incluso de lo malo.
Por otro lado es verdad que existe gente que pareciera tener solo derechos y no deberes. Esto viene a ser el extremo opuesto. La vida no es una diversión continua; existen deberes que hemos de asumir en la medida en que vamos creciendo. El pretender llevar una vida solo de placer y relajo no hace más que demostrar nuestra inmadurez.
La sal conserva
Esta es otra de las propiedades que tiene la sal. En la antigüedad e incluso en nuestros días, existen lugares en donde la sal se usa para poder conservar la carne. Pues bien, el cristiano tiene la grave responsabilidad de conservar intacto el mensaje de salvación que nos transmitió Jesucristo. No podríamos cambiar ni siquiera una coma o una tilde del evangelio.
Del mismo modo hemos de conservar nuestras bellas tradiciones evitando que sean adulteradas o tergiversadas; que el germen de la corrupción no pudra el mensaje del evangelio. Recuerdo haber visto en el mercado el “café descafeinado”. Eso lo toma quien desea disfrutar de un buen café sin tener que sufrir sus consecuencias. Pues bien, existen cristianos que pretenden desevangelizar el evangelio. Es decir, vaciar de contenido el mensaje del evangelio. Un evangelio “descafeinado” no es verdadero evangelio.
La sal arde
Otra propiedad de la sal es que quema o arde cuando entra en una herida abierta. Pero al hacerlo cura y purifica. Ahora bien, a nadie le agrada ser impopular. Pero si de verdad somos cristianos no nos queda más remedio que decir la verdad aunque eso moleste a quienes vivan en y de la mentira; hacer el bien aunque eso incomode a quienes obran el mal; amar a todos incluso a quienes nos odian y desean nuestro perjuicio.
La idea es que, como sal, procuremos sanar heridas aunque a veces seamos incomprendidos o rechazados.
El mundo en el que vivimos es demasiado insípido; está lleno de podredumbre y tristeza. Esto es un motivo más para empezar cuanto antes a ser sal en nuestro entorno.
Pbro. David Trujillo
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