Se medita el Evangelio de la unción en Betania, que ocurrió seis días antes de Pascua, cuando Jesús fue a buscar consuelo y fuerza en sus hermanos y amigos. Allí, María, sintiéndose agradecida por la resurrección de su hermano Lázaro, ungió los pies de Cristo con perfume costoso, causando en Judas ocasión de recriminación. La respuesta de Jesús impacta: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
El día de hoy se evidencia una vez más, una de las características más importantes de nuestro Señor, su amor; se nos invita a tenerlo siempre presente y a recordar que Jesús no ha venido a condenar, sino a perdonar y darnos esperanzas.
A través de la Liturgia de la Palabra, Dios nos regala un ejemplo de cómo debemos ser con su Divino Hijo. Contemplando las actitudes amorosas de estos tres santos hermanos, Lázaro, Marta y María, encontramos una hermosa catequesis sobre cómo debe ser nuestra relación con Cristo: Servidores, como nos lo muestra Marta con su laborioso actuar. Adoradores, que no dudan en ungirle los pies al Maestro y deleitarse en su presencia, como lo hizo María. Y amigos, que se sientan a la mesa con Jesús, para compartir el pan y estar cerca de él, tal como lo hizo Lázaro.
No seamos como Judas, cayendo en la crítica, en la envidia, en la falsedad o en la hipocresía. No seamos mezquinos con aquello que tenemos y consideramos valioso. Demos a Jesús sin medidas, porque desde nuestra humanidad, nada podrá pagarle todo lo bueno que ha hecho por nosotros.
Texto: Christiam Alvarez
Diseño: Marcell Campos
Pastoral de Comunicaciones Parroquia La Resurrección del Señor
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