martes, 2 de junio de 2020

Desmitologizando I


“Ser creyente es propio de la gente ignorante”


Subyace en el ambiente de ciertos estratos sociales y, especialmente en el mundo de la academia, la idea de que la fe es cosa de ignorantes, gente pobre, mujeres o niños. Eso trae a mi memoria lo que dice San Pablo en una de sus cartas: “Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento; no hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte” (1Cor, 1, 27).

Pero esta idea de San Pablo está más relacionada a las palabras de Jesús de Nazaret cuando afirma que: “Dios ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos para revelárselas a la gente sencilla” (Mt. 11, 25). Es decir, lo que se afirma es que el verdadero sabio es el humilde independientemente que sea inteligente o no.

En efecto, se ha vuelto recurrente hoy en día ver a muchos ateos tachando de “ignorantes” e “incultos” a quienes creen en Dios, como si creer en Dios fuese propio de personas sin cultura, sin formación o faltos de educación. Algunos incluso consideran que la fe es incompatible con la ciencia y, por tanto, niegan que un científico pueda ser una persona creyente.

Es este “mito” lo que me ha llevado a investigar y escribir estas líneas. Quisiera demostrar con hechos concretos lo equivocado que están aquellos que afirman que un verdadero científico no puede más que ser ateo. Este dilema no es nuevo; desde hace mucho se viene hablando de la supuesta incompatibilidad entre la ciencia y la fe. Desearía enumerar mis ideas e irlas desarrollando poco a poco:

1.- “UN CIENTÍFICO NO PUEDE SER CREYENTE”

Si nos ponemos a hurgar la historia nos toparemos conque a lo largo del tiempo han existido y existen hombres de ciencia que han sido grandes creyentes. Cuando hablo de creyentes no me refiero solo a cristianos (católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes) sino hombres que han profesado otras creencias religiosas (islamismo o hebraísmo) y en cuya fe se han fundamentado para descubrir verdades científicas que han transformado al mundo. 

Nombrarlos a todos sería imposible, solo haré mención de unos cuantos, quizás los más reconocidos.

  • El primero de ellos es Louis Pasteur (1822–1895). Químico y bacteriólogo francés, profesaba el catolicismo.

  • Gregor Mendel (1822-1844). Naturalista austriaco; sacerdote católico.

  • Alexander Fleming (1881-1955); científico británico. Era católico y fue Premio Nobel de Medicina en 1945 por descubrir la penicilina.

  • Francis Collins, fue quien dirigió el proyecto del genoma humano.

  • Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Paleontólogo francés; sacerdote jesuita.

  • José Gregorio Hernández (1864-1919). Médico y científico venezolano; fue un laico comprometido y está en proceso de beatificación…

Y esto por nombrar sólo a unos cuantos cristianos católicos. No obstante, es cierto que existe un gran número de científicos ateos (o al menos declarados agnósticos) pero no es prueba concluyente para afirmar que la ciencia está reñida con la religión dado que son muchos quienes han alcanzado los más altos laureles de la ciencia y han sido insignes creyentes.

2.- “LA CIENCIA Y LA RELIGIÓN HAN SIDO ENEMIGOS DESDE COMIENZOS DE LA HUMANIDAD”

Esta afirmación injusta y descontextualizada se debe a momentos puntuales en los que algunos voceros de la Iglesia o representantes religiosos han querido imponer ciertas ideas reflejadas en la biblia y que no tenían asidero en la ciencia.

De hecho no pocas veces se le ha tachado a la Iglesia de ser “oscurantista” porque algunos de sus representantes han desestimado ciertos descubrimientos o teorías científicas que, a simple vista contradecían lo que se había transmitido por la religión.

Ejemplo de ello es la supuesta disputa entre la teoría creacionista y la evolucionista. Hoy día podemos afirmar sin ambages que eso forma parte de una etapa superada.

Sin deseos de descalificar otras religiones (como el Islán) se sabe que algunos “religiosos” (yo los llamaría fundamentalistas) desaprueban la educación para las mujeres. También durante la edad media en el seno de la Europa católica a la mujer se le prohibía ingresar en las universidades o formarse como lo hacían los hombres. No obstante, me parece un anacronismo juzgar con los ojos de hoy la manera en que pensaban o actuaban nuestros antecesores. En todo caso es en el mismo seno del catolicismo donde mayor apertura ha encontrado la figura femenina.

3.- “LA IGLESIA ES OSCURANTISTA”

Cuando se habla del oscurantismo de la Iglesia es inevitable traer a colación problemas o conflictos como los de Galileo Galilei o los suscitados con Charle Darwin. La palabra oscurantismo puede tener dos lecturas principales. La primera es esa “reticencia” o negación eclesial de abrirse al mundo científico o ver en los adelantos científicos iniciativas diabólicas que atentaban contra fe.

Se ha dicho que la Iglesia a toda costa ha impedido el avance de las ciencias y de la medicina. A la Iglesia se le acusa de haber sido la causante del atraso intelectual al propiciar la quema de libros de ciencia y arte provenientes de la fe hebraica o islámica. Las teorías copernicanas (s. XVI) o la heliocéntrica (Galileo) existían en las mentes de otros científicos incluso antes de Cristo, pero gracias a la Iglesia y a su oscurantismo no se aceptaron en occidente sino muchos siglos después.

La otra lectura de este oscurantismo es la de pretender ocultar la verdad; la de mantener en la penumbra aquello de lo cual solo ella es celosa administradora. Viene a ser el mundo de lo misterioso o desconocido.

Unido a esta última idea subyace lo de ocultar todo lo que pueda suscitar un escándalo en su propio seno. Ejemplo de eso es lo que últimamente ha salido a la luz pública en relación a la pederastia; un escándalo que se venía presentando desde hace décadas en varias partes del mundo.

En referencia a la primera aserción de la palabra “oscurantista” habría que recordar los grandes aportes que, en el mundo de la academia ha hecho la Iglesia.

La universidad nace en el seno de la Iglesia y la educación en occidente hunde sus raíces en la institución eclesial. Las primeras escuelas se fundaron en torno a las parroquias. Siempre ha existido en la Iglesia la preocupación por educar especialmente a los que menos tienen; a los más pobres y desfavorecidos. Las bibliotecas es un legado de los monasterios de la edad media.

La fe cristiana ha sido la grande difusora y el mentor principal de la cultura del mundo occidental. Si se quiere ser justo y veraz hemos de reconocer que, a pesar de los desaciertos y errores cometidos, culturalmente hablando somos lo que somos gracias a la Iglesia que muchos tachan de oscurantista.

En referencia a la segunda aserción de esta palabra no podemos olvidar que la Iglesia tiene el encargo de administrar y dispensar la gracia que el mismo Cristo nos comunica. Es esta realidad la que hace aún más reprochable todo escándalo que nace de cualquiera de sus miembros y aún más de sus ministros; “a quien más se le dio más se le exigirá” (Lc. 12, 48). No se puede justificar ningún pecado y menos aquellos que provienen de quienes han de ser modelos del rebaño. No obstante, recuerdo a mis lectores que solo Dios es el Justo Juez y que nadie está exento de caer.

Quiera Dios y los errores cometidos nos ayuden a reparar los daños causados y curar las heridas profundas que se han originado y que no sea esa la excusa para dejar de creer en Quien “ha venido a traer vida y vida en abundancia”. (Jn. 10,10).

Además, siempre que hablamos de estos hombres indignos lo hacemos como excepción y jamás como el común denominador. Es lamentable que acciones y malos ejemplos de una minoría puedan opacar la vida de grandes santos y gente de bien.

Pbro. David Trujillo

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