miércoles, 1 de julio de 2020

Desmitologizando III

Los jóvenes no creen en Dios



​Siempre se ha dicho que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo y que la fe es sólo para niños y adultos, ¿Es que acaso la fe es como prenda de ropa que no la pueden tener los jóvenes? Existen ciertas ideas que se van propagando y que no están fundamentadas en la realidad. Una de ellas es que el joven de hoy no está integrado en la iglesia o simplemente, no cree en Dios. Cuando escuchamos sus argumentos, tienen poca validez sustentada en por qué dicen tal cuestión. Se dice que eso se debe a que estamos en una etapa rebelde. Hay quienes simplemente nos descalifican diciendo: “muchacho no es gente”, “tú todavía no sabes lo que quieres” “estás muy jojotico”.

​Este artículo pone a prueba este mito. Desde mi experiencia, he podido escuchar unas cuantas veces esta frase y siempre que la dicen, la ignoro porque no podemos colocar a toda una juventud en la misma habitación, ¿o sí? ¿Cómo se puede decir esa frase cuando los sacerdotes, religiosos y religiosas también fueron jóvenes alguna vez? ellos son como todo ser humano que nacieron y pasaron por todas las etapas hasta llegar a ser lo que son, hombres y mujeres maduros en la fe.

En su infancia, vivieron la inocencia que vive todo niño. En su adolescencia vivieron como cualquier otra persona, incrementando su fe en Dios, como tú y como yo. Su adultez no es más que el resultado de haber vivido cada etapa de su existencia (incluida la juventud) de frente a Dios. Pero no son solo los consagrados, he conocido en el medio religioso en el que me desenvuelvo laicos verdaderamente comprometidos. Muchos de ellos son jóvenes como yo que hemos encontrado en el seno de la Iglesia católica al Dios que da vida eterna.

En efecto, soy una joven católica y desde muy pequeña he crecido en la fe, mi familia fue inculcándome valores cristianos, enseñándome la importancia del amor de Dios.

Cuando llegué a la adolescencia –como la mayoría de los jóvenes– pasé por altibajos varias veces, lo que hizo molestarme, llorar o gritar por cosas que, si las veo con ojos de madurez, observo que no tenían mayor importancia, sin embargo, esto nunca me incitó a dejar de creer en Dios, a desfallecer en mi fe, por el contrario, me aferraba cada vez más a ella porque sabía que alguna lección me estaba dando Dios; algún aprendizaje me iba a dejar esa experiencia.

Hoy, cuando miro hacia atrás me doy cuenta que, quizás no era para mí el mensaje, pero Dios obró para que yo fuera instrumento en la vida de alguien más.

​Cuando se es joven, nos enfrentamos a muchas realidades ante las cuales no sabemos actuar, y como en todo caso, siempre existen dos formas: enfrentarnos a la situación o simplemente evadirla y salir corriendo. La segunda opción es la más recurrente; la vía más rápida, pero no es la mejor de todas.

Estando un día en la universidad, se me ocurrió preguntarle a un grupo de compañeros si creían en Dios, al instante, todos me miraron con cara extraña, diciendo: “No vengas a fastidiarnos con esa pregunta”, sin embargo, esperé a ver que me decían. Para mi sorpresa, todos me respondieron indicándome que, sí creían en Él, algunos decían: “Sí, sí creo en Dios y rezo cuando me acuerdo” “Sí creo, pero no soy de frecuentar la iglesia” “Sí creo, pero sólo en Él”. A ellos no les preocupaba si era en el Dios católico, el de los judíos o musulmanes, sencillamente creían en Él como el Todopoderoso. Fue muy bonito escucharlos decir eso, a pesar de sus actitudes o de su forma de ser, que sólo ellos y Dios podrían entender.

No puedo juzgar un libro por su portada; yo no soy quien para juzgar a los jóvenes por su apariencia y, basándome en ella, sacar conclusiones de su credo. Un joven que se vista de negro, no significa que haga pactos con satanás; un chico cuyos gustos musicales no sean los míos, no necesariamente es un delincuente ni mucho menos.

Creemos en Dios con nuestro corazón, de una manera única. Él es el único que puede transformar la vida del joven de hoy. Son muchos los jóvenes que andan por la vida sin rumbo fijo; sin metas concretas y sin aspiraciones. Si solo se dieran la oportunidad de tener un encuentro con Dios estoy segura que sus vidas no serían las mismas.

A ti joven que estás leyendo estas líneas te invito a que te des una oportunidad. Estoy segura que no te vas a arrepentir. Déjate mirar con los ojos de amor con los que Dios mira.

Mariangel de Jesús Soto Blanco

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