miércoles, 12 de agosto de 2020

Ideas Parabólicas II - Parábola de la semilla de Mostaza

 


1.- Introducción.

Seguimos reflexionando sobre las llamadas parábolas de Reino. Una semilla bien pudiera simbolizar el misterio de la vida. A simple vista pareciera estar muerta, pero en el momento en que se dan las condiciones ideales surge de ella la vida. Son muchas las veces en que Jesús se sirve de la semilla para transmitirnos su mensaje de salvación. Esta parábola es bastante corta, pero con una gran significación.


2.- Es la más pequeña de las semillas.

Casi ni se puede contener en el dedo. Comparada con los demás granos, la semilla de mostaza es insignificante. Dice Jesús que así es el Reino de los cielos.

Estamos acostumbrados a aquello que sobresale y minusvaloramos lo pequeño. Nos han hecho creer que lo importante es lo que se nota o se hace sentir; lo imperceptible pareciera no tener importancia. Valoramos más lo que está a la vista y menospreciamos lo que no se puede ver.

En el Principito una de las grandes verdades que se afirma es precisamente que lo que de verdad importa está oculto a los ojos. En nuestra cotidianidad existen cosas pequeñas que pasan desapercibidas pero que sin ellas seríamos desdichados.

Eso me recuerda la anécdota de un psicólogo que mandó como tarea a un grupo de pacientes hacer una lista de las cosas bellas que les ocurrieran a lo largo del día.

En la noche se dio cuenta que había cometido un grave error pues uno de sus pacientes les estaban sus dos piernas y se sintió mal porque, según él, eso era casi una burla. A la mañana siguiente cual sería su sorpresa cuando el primero en traer la tarea era precisamente el discapacitado. Su lista era la más larga de todas.

Ella asombrada y con lágrimas en los ojos leía atónita: poder ver cada mañana, sentir el agua fresca de la ducha, saborear un rico café, sentir el beso de su pareja, escuchar el canto de los pájaros, sentir el sol en su rostro y la brisa mañanera…; la mayoría de las veces estas cosas pasan desapercibidas para el común de las personas y son precisamente ellas las que nos alegran la vida.


3.- El valor de las pequeñas cosas.

Siempre he creído en el valor de lo pequeño sin menospreciar los grandes portentos. Todo lo grande ha debido tener un insipiente comienzo. Nadie nace adulto, sino que se hace adulto con el tiempo; las grandes empresas nacieron pequeñas y se forjaron con el tiempo.

Todo en esta vida empieza como un granito de mostaza…, recuerdo haber escuchado una enseñanza motivacional que hablaba de este tema. Se refería a la manera en que se puede dirigir a las grandes embarcaciones en alta mar.

Un trasatlántico es un barco de gran tamaño que puede maniobrarlo una sola persona, pero para eso se requiere de una gran maquinaria. En él existe un timón enorme que difícilmente se mueve si no fuera porque adosado al mismo existe otro más pequeño llamado aleta de compensación.

Es la aleta de compensación mucho más manipulable que al mover hacia un lado crea el vacío suficiente que a su vez hace mover el timón grande. He aquí el valor de las pequeñas cosas.

A veces nos angustiamos por lo macro y no nos percatamos de la grandeza lo pequeño. La crisis en nuestro país se ha ido agudizando cada vez más. Ciertamente que a grandes males grandes soluciones, pero de poco sirven las grandes estructuras sociales si como individuos no estamos dispuestos a poner nuestro granito de arena.

Imaginemos si en cada familia hubiera la preocupación de cuidar y orientar bien a los hijos; imaginemos si cada uno se esforzara por hacer lo que le corresponde lo mejor posible; si cada quien cumpliera las normas de convivencia social o del buen ciudadano sin justificarme en el sistema…, yo soy la aleta de compensación que unido a muchas aletas más podríamos dar un cambio a la familia, a la iglesia y a la sociedad en la que vivo.

4.- Grano de mostaza que se siembra.

Si queremos cosechar antes hay que sembrar. Esto que parece tan evidente no pareciera serlo tanto porque son muchos quienes aspiran cosechar sin antes haberse molestado en sembrar.

Para que haya un cambio se requiere que en ello se trabaje. Si nos empeñamos en no sembrar nada difícilmente cosecharemos, pero peor aún, si lo que sembramos es maldad y corrupción de seguro no será virtud lo que cosechemos.

Por otra parte, no pretendamos tener buenos resultados si haceos siempre las cosas del mismo modo.


Pbro. David Trujillo

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