martes, 27 de octubre de 2020

Un cura sufre de Corona Virus 4 - De aquí y de allá


En mis artículos anteriores he tratado de describir, según la memoria me lo ha permitido, mi experiencia sobre el covid-19. Con este artículo solo pretendo cerrar este ciclo por lo cual quisiera recoger algunas ideas que se me han podido quedar en el camino..


1.- ¿A cuántos más?

Es ahora cuando en Venezuela estamos viendo los embates de este virus. Hasta no hace mucho tiempo y posiblemente por la politización del problema, muchos desconocíamos (y aún ahora desconocemos en su gran mayoría) la gravedad que encierra. A estas alturas es innegable la cantidad de contagiados y de fallecidos. He visto contagiar hermanos y amigos después de mí y he visto partir a grandes amigos; estamos al tanto de las defunciones que ha habido dentro del gremio de la salud. Es inevitable que nos preguntemos: ¿Cuántos más se irán como consecuencia de esta enfermedad? Porque no es solo el hecho de perder a un ser querido, es además las implicaciones que eso conlleva y lo traumático del proceso. Desde que se declara la enfermedad no hay más que angustia y desesperación tanto del contagiado como de sus familiares y amigos. De ocurrir el deceso siempre se pensará en que los últimos momentos de la vida de aquella persona las pasó solo y “abandonado” a su suerte. Pero eso no termina ahí, luego viene el “protocolo” de la sepultura. Uno que ha muerto de Corona Virus no puede recibir cristiana sepultura (para quienes profesamos la fe cristiana). Ni siquiera se le puede despedir como dictan nuestras tradiciones. Hay que conformarse con algunas concesiones que, en condiciones normales, sería lo mínimo que haríamos por nuestros difuntos, pero que ahora para poderlas llevar a cabo no pocas veces hay que pagar o sobornar a quienes están como responsables del entierro. En fin, hay que rogarle a Dios que alguien se compadezca o se preste para el soborno. Definitivamente pareciera que todo esto a no pocos ha deshumanizado.


2.- Un consuelo en medio de tanto dolor.

Una de las cosas que más me llama la atención de esta enfermedad es que su incidencia en los niños es casi nula. Entre los jóvenes es mayor que la que existe en los infantes, aunque sigue siendo poca en comparación con los adultos. No quisiera imaginar el dolor que habría si tuviéramos que ver morir en masa a niños y jóvenes de la misma manera en que mueren nuestros adultos mayores. Pero paralelamente a esto hay que reconocer que la pandemia no distingue entre ricos y pobres. Aunque al pobre se la hace cuesta arriba poder palear la situación, han sido muchos los que, teniendo dinero, igual han sufrido los desenlaces fatales del covid-19.


3.- Lo seguro es que nada es seguro.

Esta enfermedad ha sido algo inédito. Si hace un año atrás nos hubieran dicho lo que pasaría; si al menos Dios nos hubiera avisado se hubiera podido tomar ciertas previsiones. Pero no fue así, se ha tenido que aprender en el camino. Llama la atención la cantidad de opiniones “científicas” que han surgido en los últimos meses. Desde el descubrimiento de la vacuna hasta los más variados remedios caseros. Todos nos creemos con derecho de opinar en esta vorágine de situaciones desconcertantes. Quiera Dios nos permita dar con la vacuna lo antes posible. Mientras eso ocurre hay que reconocer que el virus se seguirá propagando y que no existe

forma ni manera absolutamente segura por la cual no seamos contaminados o que contaminemos a otros.


4.- Sacar lo mejor de nosotros mismos es nuestra mejor opción.

Dicen que durante los momentos difíciles las personas sacan lo mejor o lo peor que tienen. Quizá se deba a que lo malo resalta más que lo bueno, pero lo que más parece abundar en estos momentos de desesperación y lo que más sobresale es la miseria humana de quienes no pierden la oportunidad de sacar partido de la desgracia ajena. Están aquellos que especulan con las medicinas y aumentan los precios de manera grosera y escandalosa. No existe justificación alguna para que durante este tiempo sea cuando más se explote al que menos tiene. Peores son quienes se prestan para sobornos (comúnmente en divisas) para hacer concesiones que, en condiciones normales representan un derecho de la persona. Algo tan humano como ser sepultado con dignidad o poder contar a precios módicos la medicinas que se necesitan en estos tiempos difíciles. No se respeta el dolor ajeno; pareciera haberse extinguido la humanidad en aquellos que son insensibles ante la desgracia de los demás. Me pregunto si ellos están exentos de padecer aquello que ven padecer a los demás.


5.- ¿Y luego qué?

Dicen que de todo cuanto ocurre debemos sacar alguna enseñanza. Es mucho lo que podemos aprender de esta situación. No dudo que muchos desaprovechen la oportunidad o que al poco tiempo olviden el trago amargo que les hizo pasar el covid-19. Pero ciertamente que el mundo ya no volverá a ser el mismo. Se impone un nuevo orden mundial. Hay quienes hablan de una nueva normalidad. Desearía que la humanidad sea más solidaria y que se suscite un nuevo sentido de pertenencia con respecto a la naturaleza. No somos dueño de ella, solo somos administradores y si algo le debemos es la responsabilidad de cuidarla como el pastor cuida del rebaño, aunque de él se alimente y de él se sirva para vestirse. Desearía que la nueva humanidad tuviera capacidad de admiración por el entorno; que se deleite en el medio ambiente y descubriera a su Creador en la criatura. El Papa Francisco nos ha invitado en su encíclica Fratelli Tutti a “dar un salto hacia una forma nueva de vida y a que descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros…”


Oración

Dios Padre eterno que miras siempre con ojos de misericordia a tus criaturas y de modo especial a quien has hecho a tu imagen y semejanza, te suplicamos envíes tu Espíritu y que junto a tu divino Hijo Jesucristo nos veamos libres de los peligros que surgen de nuestro propio interior como lo son el egoísmo y el oportunismo; la deshumanización y el endurecimiento de nuestros corazones. Danos la gracia de sobreponernos a las dificultades para que salgamos más fortalecidos de ellas y nos acerquemos más a Ti.

Amén.


Pbro. David Trujillo

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