Durante el mes de julio hay una advocación muy especial presente en el calendario litúrgico: Nuestra Señora del Carmen. El nombre del Carmen viene del Monte Carmelo o “viña de Dios” que está en Tierra Santa. Según el Libro de los Reyes, allí vivió el Profeta Elías con un grupo de jóvenes, dedicados a la oración.
Corría el año 300 a.C. y una gran sequía asolaba la región; el profeta subió a la montaña para pedir lluvia y divisó una nube de luminosa blancura de la cual brotaba el agua en abundancia; comprendió que la visión era un símbolo de la llegada del Salvador esperado, que nacería de una doncella inmaculada para traer una lluvia de bendiciones.
Desde hace muchos siglos se reunieron en el Monte Carmelo varios monjes a rezar y hacer penitencia, y la gente los llamaba “Los Carmelitas”. Estos religiosos le tenían una gran devoción a la Virgen Santísima y le erigieron un templo en esa hermosa montaña.
Pero en el siglo XI llegaron los mahometanos, terribles enemigos de la religión católica, y destruyeron todo a sangre y fuego. Muchos monjes, murieron mientras cantaban himnos a la Santísima. Virgen, pero algunos lograron huir y embarcarse y llegar hasta Italia. Allá empezaron a propagar la devoción a la Sma. Virgen y las gentes los seguían llamando Los Carmelitas.
Entre los monjes llegados del Monte Carmelo hubo uno que se hizo célebre por su santidad, por su amor a la Virgen y sobre todo por una aparición que recibió. Fue San Simón Stock. Dice la tradición que un 16 de julio de 1251, la Santísima Virgen se le apareció y le prometió conceder ayudas muy especiales a quienes lleven el Santo Escapulario como un acto de cariño y devoción de honor de la Madre de Dios con deseo de convertirse y llevar una vida más santa.
Muy pronto empezaron a notarse en todas partes las bendiciones y ayudas tan especiales que la Madre de Dios concedía a los que llevaban con fe y devoción el Santo escapulario. Incendios que se detenían. Inundaciones que se calmaban; tentaciones que se alejaban. Pecadores que se convertían.
Entre los monjes llegados del Monte Carmelo hubo uno que se hizo célebre por su santidad, por su amor a la Virgen y sobre todo por una aparición que recibió. Fue San Simón Stock. Dice la tradición que un 16 de julio de 1251, la Santísima Virgen se le apareció y le prometió conceder ayudas muy especiales a quienes lleven el Santo Escapulario como un acto de cariño y devoción de honor de la Madre de Dios con deseo de convertirse y llevar una vida más santa.
Muy pronto empezaron a notarse en todas partes las bendiciones y ayudas tan especiales que la Madre de Dios concedía a los que llevaban con fe y devoción el Santo escapulario. Incendios que se detenían. Inundaciones que se calmaban; tentaciones que se alejaban. Pecadores que se convertían.
En Francia en plena batalla el rey Luis XI vio que a un soldado le llegaba una flecha dirigida hacia su corazón y en cambio se le clavaba en el escapulario y no le hacía ningún daño. Inmediatamente el rey y todos sus generales pidieron el escapulario y se lo colocaron.
El 16 de julio, es una fecha especial para la Orden Carmelitana. Hace 750 años su Prior, san Simon Stock, recibía, como cuenta la tradición, un escapulario de manos de la Virgen María. La entrega de ese símbolo se ha llenado de historia y significado, y supone para muchos fieles, no solo carmelitas, un lazo especial de amor que les une fuertemente con María, Madre y poderosa intercesora de sus hijos ante Dios, El mismo Juan Pablo II reconoce estar unido al escapulario de la Virgen del Carmen desde su juventud.
De esta forma, el Escapulario se convierte en un sacramental, que, según el Vaticano II, es un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia.
El 16 de julio, es una fecha especial para la Orden Carmelitana. Hace 750 años su Prior, san Simon Stock, recibía, como cuenta la tradición, un escapulario de manos de la Virgen María. La entrega de ese símbolo se ha llenado de historia y significado, y supone para muchos fieles, no solo carmelitas, un lazo especial de amor que les une fuertemente con María, Madre y poderosa intercesora de sus hijos ante Dios, El mismo Juan Pablo II reconoce estar unido al escapulario de la Virgen del Carmen desde su juventud.
De esta forma, el Escapulario se convierte en un sacramental, que, según el Vaticano II, es un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia.
Las celebraciones no se han hecho esperar, y toda la familia carmelitana se reunirá los días 11 y 12 de septiembre en la Plaza de San Pedro, de Roma, en un encuentro internacional para dar gracias a la Virgen del Carmen, y al Papa también por la hermosa Carta que envió a los Superiores Generales de las dos ramas carmelitas, los padres Joseph Chalmers, de la antigua, o calzada, y Camilo Maccise, de la rama reformada por santa Teresa y san Juan de la Cruz, llamada descalza.
En ella, el Pontífice sorprendió a muchos haciendo una revelación muy personal: ¡También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el Escapulario del Carmen!, al tiempo que afirmaba con gozo saber que la Orden del Carmen, en sus dos ramas, antigua y reformada, quiere expresar su propio amor filial hacia el Carmelo, Madre y Guía en el camino de la santidad.
En ella, el Pontífice sorprendió a muchos haciendo una revelación muy personal: ¡También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el Escapulario del Carmen!, al tiempo que afirmaba con gozo saber que la Orden del Carmen, en sus dos ramas, antigua y reformada, quiere expresar su propio amor filial hacia el Carmelo, Madre y Guía en el camino de la santidad.