sábado, 30 de noviembre de 2019

Campaña: “Ayuda a tu Iglesia”


A todos los fieles de la diócesis de Maracay: Salud y paz en Nuestro Señor Jesucristo.


     Hace apenas unos días asumimos la responsabilidad de la administración diocesana. Ahora mismo estamos en una etapa de observación y reconocimiento. Son muchos los proyectos en mente y es grande la disposición de hacer un buen trabajo. Considero que existe un deseo generalizado de mejorar las cosas, pero soy consciente de no poderlo hacer sin la ayuda y la colaboración de todos ustedes.

     No es tiempo de falsos mesianismos y nadie puede hacer individualmente lo que corresponde al colectivo. Es por eso que les ruego que aunemos esfuerzos y nos ayuden en la medida de sus posibilidades.

      En este año y a partir de ahora, la campaña: “Ayuda a tu Iglesia” será durante la primera semana de adviento. No se trata de una colecta dominical, sino de ir creando conciencia que la Iglesia subsiste gracias ustedes y que todos hemos de ayudar a su sostenimiento.

     Son muchas las necesidades existentes por lo que les suplico pongan el mayor empeño en esta campaña anual. De mi parte prometo dar cuenta de cada céntimo que se recoja así como de atender diligentemente las emergencias que se presenten.

      Para un mayor control necesitamos que nos hagan llegar el número de transferencia y el monto transferido. Así podemos saber la cantidad exacta de lo que entró por dicha campaña. De mi parte y de parte del equipo que me acompaña, les doy las gracias.

     Recordemos que Dios no se deja ganar en generosidad. Imitemos la prontitud y la entrega de nuestra Señora a la hora de responder al llamado que Dios le hace; sea ella la que nos guíe y acompañe siempre. 


Quien les quiere y a sus oraciones se encomienda,


Pbro. David Miguel Trujillo.


Datos de la cuenta:
Banco Nacional de Crédito. 
Cuenta: 0191 0080 4921 8000 1290
Titular de la cuenta: Diócesis de Maracay
Rif: J-07528630-8
Celular: 0424 3375667

¿Cómo hacer la Corona de Adviento?


¿Tienes dudas de como hacerla o qué significa este tiempo de Adviento? En este vídeo te mostramos TODO lo que debes saber.

El realizar y rezar la corona de adviento es una oportunidad para integrar a toda la familia, designa por cada domingo el encargado de encender y apagar las velas, hacer las lecturas, guiar el canto, etc.

También hemos preparado otro articulo explicando como rezar la corona de adviento domingo a domingo.

¡Que lo disfrutes!


Pastoral de Medios de Comunicación

  Parroquia "La Resurrección del Señor"




martes, 26 de noviembre de 2019

¡Viva Cristo Rey!



Acabamos de celebrar la solemnidad de Cristo Rey del Universo. Me parece una buena oportunidad para hablar de este tema e iluminar a la luz del evangelio el sentido teológico de la realeza de Cristo.

Lo primero que hay que decir es que ya desde el Antiguo Testamento a Yahvé se le tiene como el Rey de Israel. La estructura social del pueblo de Israel empezó siendo una Teocracia. Es decir, es Dios el único gobernante del pueblo. De hecho la institución de la realeza en el pueblo es bastante tardía. Antes de tener un rey que les representara surgieron los Jueces, los profetas y hasta los mismos sacerdotes. Todo esto se debía precisamente a que era Dios el único gobernante del pueblo. De entre todos los reyes elegidos fue David quien, a pesar de sus debilidades y pecados, satisfizo a Dios y será uno de sus descendientes quien asumirá un trono duradero y estable. A eso se la llamó la profecía davídica del Mesías.

Con la encarnación del Verbo ocurre algo curioso. En un primer momento quienes le reconocen serán unos “magos de orientes” que, viendo salir su estrella, vienen de lejanas tierras a rendirle pleitesía al Rey de los judíos y a quien descubren en un pequeño pueblo llamado Belén. La figura de Jesús como rey se fue haciendo especialmente en su vida pública. Y esa figura estuvo siempre ligada al reino que predicó y que él mismo inaugura. No existe un rey sin reino y Jesús-Rey no es la excepción. Lo curioso es que Jesús siempre mostró cierto rechazo a que lo nombraran rey y que no es sino a lo último de su vida pública, siendo enjuiciado, cuando afirma con rotundidad ante las autoridades judías y ante el mismo procurador Poncio Pilato que Él es rey. Más aún, es en la cruz donde se le reconoce como rey. Lo hizo el centurión romano (un extranjero) y lo hizo el “buen ladrón” al pedirle que se acordara de él cuando estuviera en su reino.

Cristo es Rey y nos invita a participar de su reino. En la única oración que nos dejó nos enseña a pedirlo con estas palabras: “venga a nosotros su reino”. La pregunta es si quienes decimos seguirlo lo aceptamos por rey o más aún, si somos a no parte del reino que él mismo inauguró. Su reino lo caracterizan ciertos principios irrenunciables. No son negociables ni opcionales esas notas que conforman su reino. El reino de Cristo es el reino de la vida en todas sus dimensiones y para formar parte de dicho reino hemos de convertirnos en defensores de la misma. Mal pudiera alguien que apruebe el aborto, la eutanasia o la destrucción de la naturaleza decir que es miembro del reino que Cristo vino a inaugurar. El reino de Cristo se caracteriza por la justicia y la bondad, para formar parte de su reino hemos de ser justos y bondadosos; es un reino en el que brilla la luz de la gracia y la verdad y en el que no hay cabida para las tinieblas del pecado o la mentira; es el reino de la misericordia y del amor y quien no es capaz de reconocer su condición de pecador y querer rectificar no tiene cabida en este reino. Es el reino de la paz y la concordia, en él no caben los pendencieros y los que apuestan por la violencia.

Pero no seamos ilusos, sabemos que el reino que Cristo inauguró está haciéndose y que aquí no tendrá la plenitud total. Son muchos sus detractores y no pocas veces quienes nos hacemos llamar cristianos, nos convertimos en sus principales obstáculos. Es un reino que hay que construir

cada día y hay que hacerlo desde nuestro interior. Dice la palabra que el reino de Dios está en nuestros corazones, pues bien, hagamos lo posible para que resplandezca y se haga cada vez más patente en nuestro entorno. Empecemos por nuestros hogares y nuestros vecinos y que la llama del amor de Dios se difunda por doquier para que Cristo sea colocado como cabeza de todo cuanto existe. Que viva Cristo Rey.

Pbro. David Trujillo

sábado, 23 de noviembre de 2019

¿Cómo rezar la Corona de Adviento?


La Corona de Adviento es uno de los símbolos del tiempo de adviento que nos ayuda a prepararnos progresivamente a la llegada de Jesús a nuestra vida.

Si no sabes bien como realizar la corona,  hemos preparado un vídeo para ti AQUÍ --> como hacer la corona de adviento 

A continuación, cómo rezar la corona cada domingo:


PRIMER DOMINGO

Tema: LA ESPERANZA.
Personaje: El Profeta Isaías.

Signo a bendecir: La Corona de Adviento.

Entrada: Se entona algún cántico navideño.

Lector: Hoy encendemos la primera vela morada  y le pedimos al Señor que bendiga esta corona que con su color se nos presenta la vida y la esperanza, pues el encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.

Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectura: 1Tes 5,4-8.

Lector: Señor, tú nos dices: “Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no caminará en tinieblas”.
R: Señor, tu eres nuestra luz y nuestra esperanza.
Lector: Tú nos dices: “Quien me sigue no andará confundido”. R.
Lector: Señor, tú nos dices: “El que cree en mí no quedará defraudado”. R.

Encender la vela mientras se hace la siguiente oración:

Señor, encendemos esta luz que nos guiará durante el Adviento en medio de las sombras que nos rodean. Queremos estar en alerta y vigilantes, para salir al encuentro del Mesías, que llega como una aurora de salvación. Queremos entrar en tu Reino, cuando regreses al final de los tiempos. ¡Ven Señor Jesús!

Compromiso: En esta semana pongamos en práctica el perdón con quienes nos rodean, como acción de preparación para recibir al Salvador.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Se puede entonar un cántico de cierre.


SEGUNDO DOMINGO
Tema: LA CONVERSIÓN.
Personaje: San Juan Bautista.

Signo a bendecir: Madres Embarazadas.

Entrada: Se entona algún cántico navideño.

Lector:  Hoy encendemos la segunda vela morada. El color de esta vela nos recuerda que estamos en un tiempo de conversión. Pidamosle a Dios que nos permita y ayude a dar ese paso, para vivir plenamente y con una vida renovada en Él.

Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectura: Rm 5,1-5.

Lector: Señor, tú dices: “Dichosos los pies de los anunciadores de buenas noticias”.
R: Señor, tú eres nuestro gozo y nuestra esperanza.
Lector: Señor, tú nos dices: “La esperanza no falla, porque el amor de Dios se derramó en nuestros corazones” R.
Lector: Señor tú has manifestado tu salvación, como lo habías prometido por los profetas. R.

Encender la vela mientras se hace la siguiente oración:

Señor, por medio de tus profetas encendiste en tu pueblo la luz de la esperanza. Haz que en la humanidad broten la justicia y la solidaridad, para que brille en nosotros la salvación. Mantén vivo nuestro esfuerzo, para que se haga realidad lo que esperamos. Amén.

Compromiso: Durante esa semana pongamos en práctica la conversión, renunciando al pecado a través de la confesión.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Se puede entonar un cántico de cierre.


TERCER DOMINGO
Tema: LA ALEGRÍA.
Personaje: La Virgen María.
Signo a bendecir: Imágenes principales del pesebre (El niño, San

José y María).

Entrada: Se entona algún cántico navideño.

Lector: Hoy encendemos la tercera vela, la rosada, que es la vela de la alegría y la esperanza de acercarse a la navidad.

Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectura: Lc 3,3-6.

Lector: Señor, tú nos dices: “Conviértanse, el Reino de Dios se acerca”.
R: Señor, que veamos tu salvación.
Lector: Señor, tú nos dices: “Den frutos de conversión” R.
Lector: Señor, tú nos dices: “Alégrense, está cerca su liberación. R.

Encender la vela mientras se hace la siguiente oración:

Haz Señor, que seamos luz en las tinieblas y sal para sazona a nuestro mundo de toda corrupción. Que este sea el fruto de nuestra conversión. ¡Ven Señor, sálvanos!

Compromiso: En esta semana pongamos en práctica nuestra fe por medio de la oración y de las buenas obras.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Se puede entonar un cántico de cierre.


CUARTO DOMINGO
Tema: LA CONFIANZA
Personaje: San José.

Signo a bendecir: Las llaves como signo del hogar.

Entrada: Se entona algún cántico navideño.

Lector: Hoy encendemos la cuarta vela morada, que representa el fuerte deseo de mejorar nuestra vida, porque la llegada de Cristo está muy cerca. Le pedimos a Dios que multiplique en nosotros la confianza en su amor, para que nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría.

Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectura: Mt 1,22-23.

Lector: Señor, en el seno de María se hizo realidad la esperanza.
R: Nuestro espíritu se alegra en el Señor.
Lector: El ángel dijo a María: “Alégrate llena de gracias, el Señor está contigo”. R.
Lector: María entro en casa de Isabel, y el niño saltó de gozo en su vientre. R.

Encender la vela mientras se hace la siguiente oración:

Está por llegar aquel que anunciaron los profetas. Juan lo vio ya próximo; María lo esperó con ternura. Enséñanos Señor, a prepararle una digna morada, a reconocerlo en los humildes y en los pobres. Ven pronto, Señor, que te esperamos.

Compromiso: En esta semana hagamos el propósito de hacer con amor la voluntad de Dios.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Se puede entonar un cántico de cierre.


NOCHEBUÉNA

Entrada: Se entona algún cantico navideño.

Lector: Hoy encendemos la quinta vela, de color blanco, que significa el nacimiento de Nuestro Salvador.

Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectura: Lc 2, 1-4.

Lector: El pueblo que andaba a oscuras vio una luz intensa. Brilló una luz porque un niño nos ha nacido, un hijo que nos ha dado, se le llamará Príncipe de la paz” (Isaías 9,2-6).

Encender la vela.

Todos: Te rogamos Señor, infundas en nosotros FE, ESPERANZA y AMOR para que vivamos en tu amistad.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Se puede entonar un cántico de cierre.


Pastoral de Medios de Comunicación

  Parroquia "La Resurrección del Señor"


miércoles, 20 de noviembre de 2019

Actitud ante el fin



Ahora que se finaliza el año litúrgico en las misas se nos viene hablando del fin del mundo. Estos últimos domingos las lecturas han tratado de este tema. Cuando hablamos del fin pudiéramos verlo en su doble sentido: el fin de nuestra existencia en este mundo que llegará inexorablemente o lo que en teología se conoce como la Parusía que es la segunda venida de Cristo al final de los tiempos.

Sería bueno que nos preguntemos cuál ha de ser nuestra actitud ante lo que es inevitable. Considero que bien podríamos resumirlas en tres.

La primera la conforman aquellos que no creen en una vida después de esta vida. En tiempo de Jesús este grupo era representado por los saduceos. Hoy nos topamos con los que dicen ser ateo. Es decir, no creen en un Dios personal que nos ofrezca la posibilidad de la salvación.

A este mismo grupo se unen los llamados agnósticos que vienen a ser los ateos prácticos o los que “pasan” del tema de Dios. Quienes no se plantean su existencia ni les interesa saber de Él. Considero que son más de cuantos imaginamos. Incluso muchos bautizados no son verdaderos discípulos de Cristo sino que viven una indiferencia religiosa generalizada. En parte se debe a que el tema de la muerte no es algo atractivo. A muy pocos les place hablar de esas cosas y, aunque dicen creer en la vida después de la vida, desearían no tener que pasar por ese trance.

Otra actitud diametralmente opuesta a la primera la forman aquellos que se mueren en la víspera. Es decir, viven temiendo el día en que pasarán de este mundo o sufriendo solo al pensar en que sus seres queridos tendrán que morir.

Hay quienes incluso se mueren el día en que muere algún ser cercano y lo entierran 30 años después porque se empeñaron en vivir en el pasado. Fueron incapaces de reponerse ante su gran pérdida.

Pero también los hay quienes ante la muerte deciden vivir sin trabajar y sin deseos de superarse. San Pablo les invita a trabajar para vivir: “quien no trabaje que tampoco coma” (2 Tes, 3,10) Eso lo decía San Pablo a quienes de verdad creían en un pronto retorno de Jesús en gloria y pensaban que no tenía sentido esforzarse si estaba cercano el final de este mundo.

Pero el tiempo en Dios no se mide del mismo modo en que lo medimos nosotros. “Para Dios mil año es como un minuto y un minuto como mil años” (2Pe. 3,8) Por derivación aquí incluimos a quienes se han dejado llevar por la flojera; a quienes son incapaces de producir y solo esperan a recibir lo que se comen. Andan por la vida con la mano extendida esperando a que los alimenten. Son incapaces de ser proactivos y no emprenden nada que les ayude a superarse. Son quienes dependen de “papá gobierno” y esperan a que todo se lo regalen. Ayer fue un pernil que nunca llegó, hoy puede ser una bolsa de clap o una mísera pensión con la que se trata de comprar las conciencias de los electores.

La tercera de las actitudes la forman quienes procuran llevar una vida acorde con el evangelio y hacen de este mundo un pedazo de cielo que de seguro se prolongará después de la salida de él. 

Aquellos que tratan de dejar el mundo mejor de cómo lo encontraron; quienes se esfuerzan por sembrar aunque jamás lleguen a ver el fruto de sus esfuerzos. Aquellos que disfrutan la vida y luchan por ser felices haciendo felices a quienes aquí tuvieron; quienes se levantan cada vez que caen y están dispuestos a perdonar y a no llevar cuenta del mal que le hicieron. Quienes practican la misericordia porque saben que Alguien la practicará con ellos llegado el momento.

Alguien dijo una vez que cuando un hombre viene a este mundo, llora mientras los demás ríen, pero hay que vivir de tal manera que cuando salgamos de él, nosotros riamos mientras que los demás lloren por nuestra partida.

Pbro. David Trujillo

martes, 12 de noviembre de 2019

Vida después de la vida



A mi entender existen tres posibilidades con referencia a la vida después de la muerte. La primera es no creer en la vida eterna. Hay gente como los saduceos del evangelio para quienes no existe una vida después de esta. Para ellos, que eran creyentes, Dios manifiesta su benevolencia a sus hijos en la vida temporal. Muestra de su amor son las bendiciones que recibimos en nuestra vida terrena. De ahí que trataran de vivir placenteramente. Los saduceos de nuestro tiempo son aquellos que no creen en Dios, se profesan ateos o peor aún, hacen del dinero o sus posesiones un dios a su medida. En nuestros días hay gente que vive como si jamás va a morir y termina muriendo como si jamás ha vivido. Esto es así porque Dios es capaz de llenar el corazón del hombre y sin Él vivimos un infierno adelantado.

También están aquellos que creen en la reencarnación. Es decir, creen en la vida como un ciclo en el que la muerte determina si reencarnan en un ser inferior o superior. Todo depende de cómo nos hayamos comportado en nuestra existencia terrena. Religiones como el budismo profesan estas creencias. Afirmar esto es tanto como negar la individualidad de la persona humana y olvidar que poseemos un alma inmortal.

La tercera posibilidad es creer en la resurrección. Nosotros los cristianos creemos en esta última. El mismo Cristo lo dijo a los saduceos. Dios es Dios de vivos, no de muertos, porque para Él todos están vivos (Lc. 20,38). Es por eso que cada vez que recitamos el credo afirmamos creer en la resurrección de la carne. En primer lugar porque aceptamos que Cristo resucitó. El mismo San Pablo afirma que si Cristo no resucitó vana es nuestra fe (1 Cor. 15,14). Ahora bien, la resurrección en la que creemos los cristianos se consuma después de la muerte, pero ha de vivirse ya en esta vida temporal. Mal pudiera creer en la resurrección quien en este mundo vive en la muerte, es decir, haciendo daño y perjudicando a quienes le rodean; aquellos que se niegan a sí mismos la posibilidad de ser felices y se empeñan en llevar una vida triste o amargada; quienes hacen del odio su divisa y del pesimismo su compañero.

¡Vivir como resucitado!, he aquí la meta de todo cristiano. Eso significa disfrutar la vida en todo su esplendor procurando siempre hacer el bien; alegrarse con los que están alegres y entristecerse con los que lloran, es decir, ser solidarios. Hacer de esta vida un pedazo de cielo para prolongarlo después de la muerte.

Pbro. David Trujillo