A todos nos ha conmovido la triste noticia de la muerte de 13 personas (niños en su mayoría) en la vecina población de Cagua. Mucho se ha dicho al respecto y mucho se ha hablado del tema estos días por tan lamentable suceso. No sé qué han arrojado las investigaciones de los especialistas por lo que sólo mi limitaré a decir lo que conocemos por la prensa.
Lo primero que observé fue que, ante este tipo de cosas, la primera reacción es la de encontrar un chivo expiatorio y no falta quien pretenda politizar el momento. Supongo que en parte se debe a que la colectividad es muy sensible a este tipo de noticias cuando se unen la cantidad de muertos y la poca edad de los afectados.
Solo sabemos que 13 personas murieron víctimas del fuego y del humo que se produce cuando queman la caña de azúcar. Sabemos además, que los dos jóvenes de 18 años entran al cañaveral para ayudar a los niños que estaban en peligro y que todo esto ocurre al caer la tarde de aquel fatídico jueves 23 de enero donde un grupo de niños aprovechan la oportunidad de cazar los conejos que huyen del fuego cuando el cañaveral es quemado.
Con estos elementos de juicio, lo primero que llama la atención es que después de tanto tiempo y ante tantos adelantos técnicos, aún no se ha encontrado un modo distinto de procesar la caña de azúcar. Desde que tengo uso de razón siempre se ha tenido que darle fuego a la caña para cosecharla. En estos tiempos de sensibilidad ecológica y ante el daño que se causa con los incendios forestales deberíamos de ingeniárnoslas en buscar nuevas alternativas que eviten la quema.
En esa reacción de buscar chivos expiatorios no faltó quien le echara la culpa al gobierno dada el hambre y la pobreza en la que vivimos. La cuestión es que este y otros elementos han contribuido, pues, si es verdad que nunca han faltado quienes hagan lo mismo que hicieron los niños, también es verdad que estos últimos años acciones como la de ellos ha proliferado precisamente por la misma situación económica en la que nos encontramos. Me he enterado que no solo conejos, sino también hoy día, cierto tipos de serpientes son atrapadas para comer.
Hubo quien se preguntara por los padres de estos menores de edad y que a ellos le achacaran la responsabilidad de lo ocurrido. Pues muchos de esos padres quizás estaban trabajando y no sabían en qué andaban sus hijos. Otros quizás no veían peligro alguno en hacer lo que ellos mismos hacían en el pasado y lo que enseñaron a sus hijos. No faltó quien buscara culpables en la empresa que cultiva la caña y le acusara de negligentes e irresponsables. En fin, hay para todos los gustos…
Yo solo deseo hacer una reflexión a la luz del evangelio. Creo que lo ocurrido nos tiene que dejar una enseñanza. Lo que pasó jamás debió pasar y no debe volver a ocurrir. Autoridades y familiares; empresas y quienes viven cerca de estos sembradíos, tienen que asumir su responsabilidad y hacer lo que sea necesario para que, cosas así no se vuelvan costumbre y se tengan que enlutar nuestras familias.
No es inculpando a otros como se resuelven estas cosas; no es llorando y maldiciendo nuestra suerte o la suerte de estos inocentes como saldremos de problemas de este tipo. Es implorando al cielo perdón por nuestros descuidos y rogando a Dios nos acompañe en nuestro dolor y al mismo tiempo pidiendo luz y discernimiento para educar a nuestros hijos, como evitaremos que más dolor llegue a tocarnos de cerca.
Comúnmente cosas como estas se olvidan con el tiempo hasta que vuelven a pasar. Que no sea así esta vez. Pido a Dios nos ilumine y a su Santa Madre nos acompañe en este momento triste. En la oración encontraremos consuelo y en la Palabra de Dios la fortaleza para seguir adelante. Que Dios, nuestro Padre se apiade de quienes murieron y conceda el consuelo a los familiares y amigos.
Pbro. David Trujillo