sábado, 25 de agosto de 2018

Homilía del Domingo 12/08/18

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,41-51):


En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios."
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús. 



Disfruta la homilía en el video: 








Pbro. David Trujillo

viernes, 3 de agosto de 2018

Ecología desde Latinoamérica: Una Visión Teológica (Parte I)



                          
                                                                                                                                
“Nuestro Dios es el mismo Dios, quizás pienses que lo puedes poseer de la misma manera que deseas poseer nuestra tierra. Pero no puedes. Él es el Dios de la humanidad entera. Él tiene la misma dignidad para con el hombre rojo y para con el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para él. Causar daño a la tierra es despreciar a su Creador. Los blancos han de acabarse algún día. Puede que más temprano que todas las demás razas. ¡Seguid adelante! ¡Ensuciad vuestra cama! ¡Una noche vais a morir ahogados en vuestro propio excremento!”. 

SEATTLE (1856) 

El párrafo con el que he querido empezar este artículo forma parte del discurso que Seattle, cacique de los Duwamish, dirigió a Isaac Steven en 1856, cuando éste, siendo gobernador del Estado de Washington, le propuso comprar la zona habitada por su pueblo. Estas palabras han resultado premonitorias y gozan de plena vigencia. Aquello de lo cual se lamentaba Seattle es motivo de grave preocupación en todo el mundo y especialmente en los países más pobres de Latinoamérica.

Hoy día pudiéramos identificar en esta parte del mundo “pobreza” con contaminación ambiental; “progreso industrial” con deterioro de la naturaleza; “desarrollo de los pueblos” con destrucción de los recursos naturales. En estas últimas décadas hemos sido testigos de los graves daños que se le ha causado al medio ambiente.

En la historia de la humanidad nunca antes se había visto tal hecatombe causado al planeta Tierra. Lo que se ha tardado millones de años de evolución, hoy vemos cómo en tan poco tiempo está desapareciendo.

Desde el momento en que la máquina de combustión hizo su aparición en la historia de la humanidad a esta fecha, se han dado pasos agigantados en el mundo tecnológico y científico. No cabe duda que, gracias a esos adelantos, la vida del hombre tal y como se conocía ha ido cambiando progresivamente.

En efecto, estos descubrimientos científicos y adelantos técnicos han ayudado a transformar la calidad de vida de la persona humana, pero no pocas veces, esto ha sido posible y se ha llevado a cabo, en detrimento del medio ambiente, por lo cual valdría la pena preguntarse si el precio lo amerita o, en todo caso, qué se puede hacer para corregir o aminorar al menos, las consecuencias nefastas que se han producido.




Se han disparado las alarmas de la contaminación y destrucción exponencial de nuestro planeta, por lo que desde hace algunos años ha empezado un movimiento que ha ido tomando fuerzas con el transcurrir del tiempo. Me refiero al movimiento ecológico. Hoy por hoy, incluso existen “partidos verdes” que, si es cierto, no han llegado a ocupar posiciones de importancia en los gobiernos de turno, también es verdad que han servido para negociaciones en coaliciones políticas que muy bien podría resultar beneficioso para la conservación del medio ambiente.

En fin, este artículo pretende, entre otras cosas, analizar la realidad del deterioro ambiental y arrojar algo de luz desde la reflexión teológica. En efecto, el problema es grave y requiere ser atendido desde muchos ángulos. Además, a la religión judeocristiana se le ha acusado de servir de caldo de cultivo a todo ese maltrato infringido a la naturaleza. Deseamos examinar hasta dónde puede ser eso cierto y, en todo caso aportar también desde la religión cristiana, algunas propuestas que ayuden a detener e incluso a revertir el daño causado.

Ante la deplorable situación mundial, la ecología se presenta como una alternativa real y eficaz. Quizá la misma realidad destructiva de la humanidad nos podría ayudar a tomar conciencia del peligro al que nos enfrentamos y así el hombre empiece a revisar su conducta ante la naturaleza a fin de detener y subsanar el daño que se ha venido originando.