Hace mucho tiempo un afamado entomólogo (científico que estudia a los insectos), hizo un gran hallazgo, encontró una crisálida única en su especie. Se trataba de una mariposa que se pensaba extinta. Así que, con sumo cuidado la llevó a su laboratorio y cuidó de ella. Era un insecto de extraña hermosura; por los estudios realizados, se sabía que tenía colores vivos que, cual arco iris en el firmamento, adornaban sus alas. Era de un tamaño poco común y de una belleza sinigual. Sucedió que el momento tan esperado por nuestro amigo había llegado, después de tanto tiempo de trabajos y sacrificios, después de haber vivido paso a paso las etapas de formación de aquel espécimen tan raro, la crisálida en cuestión ya estaba a punto de transformarse en mariposa.
El insecto empezó a salir con suma dificultad de la envoltura que le cubría. El científico al ver con impaciencia lo mucho que sufría el insecto y, ante el dolor que experimentaba, decidió hacer por su cuenta lo que la naturaleza ya había previsto, así que tomó un bisturí y cortó, con sumo cuidado, el capullo que envolvía al insecto. ¡Grave error cometió! Ante sus ojos aparecía un pequeño monstruo, una aberración de la naturaleza. Pero, ¿dónde estuvo el fallo? se preguntaba atónito ante lo que veían sus ojos. La respuesta era que aquellos colores que al insecto adornaban, se desarrollaban precisamente por el esfuerzo que hacía al salir de su capullo. Era eso y no otra cosa, lo que hacía de aquel insecto un ser fuera de lo común.
Todos los hombres somos como esa oruga, la vida nos presenta obstáculos y está llena de muchos sacrificios, pero son ellos los que nos permiten desarrollarnos y crecer como personas. El trabajo y los problemas son el mecanismo para activar en nosotros el deseo de superación y hacer de nuestra vida un continuo reto, cuya meta no puede ser otra que el triunfo. Si se nos dispensa del trabajo y las obligaciones que sólo nosotros tenemos que realizar, estaremos creando de nuestras personas "pequeños monstruos", parásitos de la sociedad que jamás aprenderán a vivir por sus propios medios. Hemos de aprender a encontrar en nuestros sufrimientos y problemas las herramientas que nos ayuden a crecer. Desde el evangelio bien podríamos sintetizarlo en la invitación que nos hace Jesucristo de cargar con nuestra cruz de cada día. No es fácil, pero con Él a nuestro lado todo es posible.
Ante las graves dificultades por las que estamos pasando en Venezuela, se reclama de todos sus hijos el dar lo mejor que tenemos. Sacar de nuestro interior la mejor versión de nosotros mismos. Elevarnos en vilo por encima de nuestras miserias y demostrar al mundo que sí somos capaces de superar las dificultades y aprender de ellas. Desde nuestra fe cristiana hemos de entender que todo pasa por alguna razón y que de todo cuanto acontece podemos sacar una lección de vida.
Pbro. David Miguel Trujillo U.