miércoles, 11 de noviembre de 2020

Fratelli Tutti: Un grito de esperanza del Papa Francisco para todo el mundo

Cuando escuché hablar de esta encíclica pensé que se podría clasificar dentro de la Doctrina Social de la Iglesia. De hecho, habla de Fraternidad y Amistad Social. Ahora que la he leído veo que, por su contenido y estilo trasciende las encíclicas sociales a las que estamos acostumbrados. No obstante, aborda con profundidad los grandes temas que ellas tocaron en su tiempo, tales como: el trabajo, el salario, las diferencias existentes entre ricos y pobres…; por otro lado, pensé que de seguro hablaría de ecología ya que el Papa Francisco se ha caracterizado por ser “un Papa Verde”. No en vano lleva el nombre del Poverello de Asís que es el patrón de la ecología. Además, la encíclica se firma precisamente en la ciudad de Asís en vísperas de la fiesta del santo. Sin embargo, pocas veces utiliza la palabra ecología, aunque continuamente aborda el tema ecológico con maestría y hace continuamente referencias a la primera de sus encíclicas Laudato Si. En definitiva esta es una carta encíclica que, al igual que el escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. (Mt. 13, 51ss)

Esta Carta Encíclica nos ofrece un paseo guiado por temas que hoy afectan a la humanidad y nos invita a todos los hombres sin distinción de ningún tipo a mirar juntos hacia el mismo sentido y a descubrir realidades diversas pero complementarias. El Papa quiere no solo que nos conozcamos, sino además que nos “reconozcamos” como hermanos. Esa dimensión universal que San Francisco le daba a sus mensajes lo asume el Papa en su lenguaje. Para el Santo de Asís, hermano era no solo nuestro semejante y los animales, sino que incluso los seres sin vida orgánica como el sol y la luna participaban de su fraternidad.

A lo largo del texto va desarrollando sus ideas teniendo de trasfondo la parábola del Buen Samaritano (Lc.10,25) en la que nos recuerda acertadamente que la meta no es tanto que yo reconozca en el otro a mi prójimo, sino que el otro encuentre en mí a su prójimo. Es decir que, prescindiendo de categorías y distinciones humanas, podamos nosotros salir al encuentro de quien necesita ser atendido o socorrido; que pueda apartar al menos parte de mi tiempo para encontrarme con la realidad del otro. De ahí que se recalque la cultura del encuentro. La fraternidad es el camino que nos propone el Papa Francisco para transitar por esta vida de modo constructivo; para realizarnos como personas. Nos invita a caminar ligeros de equipajes; a pensar menos en nuestras propias necesidades y más en las de los que nos acompañan o con quienes nos topamos en nuestro diario caminar. Quiere el Papa que “salgamos” (continuamente nos está hablando de una Iglesia en salida) de nuestra zona de confort para que, reconociendo al otro podamos construir un mundo mejor. Nos invita a toda la humanidad a ser parte de este hermoso sueño.

Son tan variados y complicados los problemas mundiales que nos envuelven que a veces perdemos la perspectiva y la objetividad. Nos encerramos de modo egoísta en nuestros pequeños grupos o en nuestros mismos de modo que obviamos lo esencial o lo que verdaderamente es importante. Esta encíclica es un canto a la esperanza; un grito que debe interpelar nuestras conciencias aletargadas.

Quiera Dios y su santísima Madre nos ayuden a despertar y a reavivar el amor por los otros y por lo “otro”.


Pbro. David Trujillo

martes, 27 de octubre de 2020

Un cura sufre de Corona Virus 4 - De aquí y de allá


En mis artículos anteriores he tratado de describir, según la memoria me lo ha permitido, mi experiencia sobre el covid-19. Con este artículo solo pretendo cerrar este ciclo por lo cual quisiera recoger algunas ideas que se me han podido quedar en el camino..


1.- ¿A cuántos más?

Es ahora cuando en Venezuela estamos viendo los embates de este virus. Hasta no hace mucho tiempo y posiblemente por la politización del problema, muchos desconocíamos (y aún ahora desconocemos en su gran mayoría) la gravedad que encierra. A estas alturas es innegable la cantidad de contagiados y de fallecidos. He visto contagiar hermanos y amigos después de mí y he visto partir a grandes amigos; estamos al tanto de las defunciones que ha habido dentro del gremio de la salud. Es inevitable que nos preguntemos: ¿Cuántos más se irán como consecuencia de esta enfermedad? Porque no es solo el hecho de perder a un ser querido, es además las implicaciones que eso conlleva y lo traumático del proceso. Desde que se declara la enfermedad no hay más que angustia y desesperación tanto del contagiado como de sus familiares y amigos. De ocurrir el deceso siempre se pensará en que los últimos momentos de la vida de aquella persona las pasó solo y “abandonado” a su suerte. Pero eso no termina ahí, luego viene el “protocolo” de la sepultura. Uno que ha muerto de Corona Virus no puede recibir cristiana sepultura (para quienes profesamos la fe cristiana). Ni siquiera se le puede despedir como dictan nuestras tradiciones. Hay que conformarse con algunas concesiones que, en condiciones normales, sería lo mínimo que haríamos por nuestros difuntos, pero que ahora para poderlas llevar a cabo no pocas veces hay que pagar o sobornar a quienes están como responsables del entierro. En fin, hay que rogarle a Dios que alguien se compadezca o se preste para el soborno. Definitivamente pareciera que todo esto a no pocos ha deshumanizado.


2.- Un consuelo en medio de tanto dolor.

Una de las cosas que más me llama la atención de esta enfermedad es que su incidencia en los niños es casi nula. Entre los jóvenes es mayor que la que existe en los infantes, aunque sigue siendo poca en comparación con los adultos. No quisiera imaginar el dolor que habría si tuviéramos que ver morir en masa a niños y jóvenes de la misma manera en que mueren nuestros adultos mayores. Pero paralelamente a esto hay que reconocer que la pandemia no distingue entre ricos y pobres. Aunque al pobre se la hace cuesta arriba poder palear la situación, han sido muchos los que, teniendo dinero, igual han sufrido los desenlaces fatales del covid-19.


3.- Lo seguro es que nada es seguro.

Esta enfermedad ha sido algo inédito. Si hace un año atrás nos hubieran dicho lo que pasaría; si al menos Dios nos hubiera avisado se hubiera podido tomar ciertas previsiones. Pero no fue así, se ha tenido que aprender en el camino. Llama la atención la cantidad de opiniones “científicas” que han surgido en los últimos meses. Desde el descubrimiento de la vacuna hasta los más variados remedios caseros. Todos nos creemos con derecho de opinar en esta vorágine de situaciones desconcertantes. Quiera Dios nos permita dar con la vacuna lo antes posible. Mientras eso ocurre hay que reconocer que el virus se seguirá propagando y que no existe

forma ni manera absolutamente segura por la cual no seamos contaminados o que contaminemos a otros.


4.- Sacar lo mejor de nosotros mismos es nuestra mejor opción.

Dicen que durante los momentos difíciles las personas sacan lo mejor o lo peor que tienen. Quizá se deba a que lo malo resalta más que lo bueno, pero lo que más parece abundar en estos momentos de desesperación y lo que más sobresale es la miseria humana de quienes no pierden la oportunidad de sacar partido de la desgracia ajena. Están aquellos que especulan con las medicinas y aumentan los precios de manera grosera y escandalosa. No existe justificación alguna para que durante este tiempo sea cuando más se explote al que menos tiene. Peores son quienes se prestan para sobornos (comúnmente en divisas) para hacer concesiones que, en condiciones normales representan un derecho de la persona. Algo tan humano como ser sepultado con dignidad o poder contar a precios módicos la medicinas que se necesitan en estos tiempos difíciles. No se respeta el dolor ajeno; pareciera haberse extinguido la humanidad en aquellos que son insensibles ante la desgracia de los demás. Me pregunto si ellos están exentos de padecer aquello que ven padecer a los demás.


5.- ¿Y luego qué?

Dicen que de todo cuanto ocurre debemos sacar alguna enseñanza. Es mucho lo que podemos aprender de esta situación. No dudo que muchos desaprovechen la oportunidad o que al poco tiempo olviden el trago amargo que les hizo pasar el covid-19. Pero ciertamente que el mundo ya no volverá a ser el mismo. Se impone un nuevo orden mundial. Hay quienes hablan de una nueva normalidad. Desearía que la humanidad sea más solidaria y que se suscite un nuevo sentido de pertenencia con respecto a la naturaleza. No somos dueño de ella, solo somos administradores y si algo le debemos es la responsabilidad de cuidarla como el pastor cuida del rebaño, aunque de él se alimente y de él se sirva para vestirse. Desearía que la nueva humanidad tuviera capacidad de admiración por el entorno; que se deleite en el medio ambiente y descubriera a su Creador en la criatura. El Papa Francisco nos ha invitado en su encíclica Fratelli Tutti a “dar un salto hacia una forma nueva de vida y a que descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros…”


Oración

Dios Padre eterno que miras siempre con ojos de misericordia a tus criaturas y de modo especial a quien has hecho a tu imagen y semejanza, te suplicamos envíes tu Espíritu y que junto a tu divino Hijo Jesucristo nos veamos libres de los peligros que surgen de nuestro propio interior como lo son el egoísmo y el oportunismo; la deshumanización y el endurecimiento de nuestros corazones. Danos la gracia de sobreponernos a las dificultades para que salgamos más fortalecidos de ellas y nos acerquemos más a Ti.

Amén.


Pbro. David Trujillo

martes, 20 de octubre de 2020

Un cura sufre de Corona Virus 3 - Volví a vivir



Para los cristianos el domingo es un día de fiesta porque es el día del Señor (eso significa la palabra domingo); es día de encuentro con Dios y con el hermano y es en la Eucaristía dominical, fiesta de las fiestas, en donde se nos da a comer el pan de la Palabra de Dios y el Cuerpo y la Sangre de Cristo; es ahí donde nos encontramos con los hermanos a quienes no hemos visto a lo largo de la semana, ése día sentimos recargar las fuerzas. Aquel domingo algo ocurrió, pero volví a la vida. Ya mi respiración era casi normal; no me cansaba tanto al ir al baño ni me daban episodios de tos cuando hacía algún pequeño esfuerzo, la saturación de la sangre y los resultados de la hematología eran aceptables.

Siempre pensé que la ventana que había en mi habitación era la del baño del vecino y por eso jamás se me ocurrió abrirla. A veces en las madrugadas veía que se iluminaba y había ruidos propios de un baño, (supongo que a eso se debía el pensar que era el baño del vecino). Pero ese domingo me armé de valor y sin importar lo que me pudiera encontrar abrí la ventana y cual sería mi sorpresa cuando vi un pasillo que daba a la calle y por donde se colaban algunos rayos de sol. A partir de ahí ya no volví a cerrarla. La habitación del vecino estaba al lado y su ventana también daba a dicho pasillo. Era de mañana y ver la luz del sol iluminó mi alma. Ya habían pasado varios días encerrados y me estaba desesperando. Pero ese día, el día del Señor, volví a sentir ganas de vivir. Recuerdo que ese fue el último día en que me hicieron uno de los exámenes más dolorosos que formaban parte de la rutina diaria. Consiste en tomar una muestra de sangre en las arterias ubicadas en las muñecas para medir los gases del oxígeno del cuerpo. Daba la impresión que usaban un bisturí más que una aguja. A partir de aquel día ya no hubo necesidad de seguir tomándola.

Hacia el mediodía me hicieron un tratamiento con ozono que resultó ser muy reconfortante. Ya lo peor había pasado; se abría frente a mí una nueva oportunidad que estaba dispuesto a aprovechar. Mi amigo el doctor me visitó aquella mañana dándome los pormenores de mis parroquianos. Vino a “negociar” mi salida de la clínica. Luego de leerme la cartilla sobre esta terrible enfermedad y hacer hincapié en las repercusiones de una recaída, acordamos que me daría de alta el martes siguiente (yo hubiera preferido el lunes pero mi capacidad de persuasión no resultó muy eficiente). Al menos ya tenía fecha del alta médico y eso era un logro.

El lunes transcurrió todo él sin mayores novedades; se repitió la sesión con el ozono y ya las pruebas dolorosas no eran necesarias. Estaba ansioso esperando el momento en que al fin podría salir de aquel lugar. Una de las condiciones para que me dieran de alta era que seguiría con el tratamiento endovenoso desde el calor de mi casa (algo así de casa por cárcel). Dicho tratamiento seguiría por algunos días más. Yo creo que hubiera aceptado lo que me propusieran con tal de salir. Por supuesto que también hubo restricciones de visitas y que debían guardarse las debidas normas de higienes para evitar contagiar a otros y especialmente para evitar tener una recaída. Se siguieron las instrucciones del doctor al pie de la letra (solo al final hubo cierta distención en torno a algunas visitas porque eso creo que también forma parte de la terapia para sanar). Mi hermana se quedó durante las noches y una gran amiga me “vigilaba” durante el día. Ambas se esforzaron por atenderme y consentirme.

De todo esto hace ya más de un mes y, aunque aún no estoy del todo restablecido (los que conocen de la materia dicen que la convalecencia puede durar hasta tres meses) ya he retomado algunas obligaciones pastorales (siempre con la asesoría médica) y siento que cada día vuelven las fuerzas.

Son muchas las cosas que aprendí de esta experiencia. Lamento haber causado tanta angustia en aquellos que me aman. Si de mí hubiera dependido les hubiera evitado el mal momento. No es culpa de nadie el haberme contagiado. Por eso se llama pandemia porque se va propagando sin poder evitarse. Durante los meses que siguen serán muchos quienes se contagien. Hagamos lo posible por evitarlo y tratemos de cuidarnos y cuidar a quienes amamos, especialmente a los más vulnerables (ancianos y personas con ciertas condiciones de salud que los convierten en agentes de riesgo)

Si esta enfermedad salió de un laboratorio no hace más que confirmar hasta dónde puede llegar la maldad en el hombre. No quiero pensar que se hizo para controlar la población mundial y menos aún por razones étnicas. No existe nada que justifique inventar algo como esto. A veces pareciera que la maldad del hombre no tiene límite. Ya lo hemos visto en nuestra historia con las guerras mundiales y las catástrofes terroristas que se han dado. Yo quiero pensar que el amor tiene mayor fuerza y que aún prevalece en la mayoría de los seres humanos. Además, estoy convencido que Dios puede sacar cosas buenas de nuestras cosas malas y que de todo esto saldremos más fortalecidos. Aprendamos la lección para que cosas como estas no ocurran en vano.

Oración.

Dios omnipotente y eterno, mira con ojos de misericordia a quienes hacen el mal. Hazles ver las consecuencias de sus acciones y ablándales el corazón para que pongan al servicio del bien y no de la maldad todas sus capacidades; consuela a quienes se han sentido agobiados por esta pandemia y ayúdanos a salir con bien de todo esto. Apiádate de modo especial de quienes se han esforzado por encontrar la cura del covid -19 y a quienes han muerto víctima de esta enfermedad dale tu paz y tu perdón. Amén


Pbro. David Trujillo.

martes, 6 de octubre de 2020

Un cura sufre de Corona Virus 2 - La Noche Oscura del Alma


Fueron momentos críticos los que viví en mi convalecencia. Llegué a pensar que tendría un desenlace fatal. Me vi a mí mismo caminar por el umbral de la muerte. Durante esos días tuve tiempo de sobra para pensar en tantas cosas…, quien me conoce sabe que soy hiperactivo y entre otras cosas pensé que debería llevar la vida con calma.

A mi edad ya las cosas tienen otro matiz; no soy el joven de 25 años que salió del seminario con ganas de comerse el mundo. Tampoco soy el anciano que ya está masticando el agua, pero creo que debo “disfrutar” más de lo que hago y preocuparme menos de la cantidad de cosas que realizo.

En esos días entendí que biológicamente, la vida se reduce a una sola cosa: “respirar”. Sería precisamente porque se me estaba haciendo cada vez más difícil respirar y el sentir que se me iba la vida me hizo pensar así.

Hoy cuando respiro lo disfruto; lleno mis pulmones con aire y le agradezco a Dios la posibilidad de hacerlo y también pienso en quienes están como yo estuve y oro por ellos.

Es curioso que nuestro organismo trabaja en silencio y no nos damos cuenta hasta que alguno de ellos empieza a fallar. Nadie se percata del corazón que tiene hasta que se detiene o de la importancia de sus pulmones hasta que se le imposibilita poder respirar.

Estamos tentados a dejarnos llevar por un mundo que quiere pensar por nosotros y que nos invita a poner nuestra atención en cosas sin importancia. Esta enfermedad me ayudó a valorar lo que en verdad es importante, aunque pase desapercibido la mayoría de las veces.

Cada día había todo un protocolo de actuación para quienes estábamos recluidos por covid-19. Nos tomaban las muestras de sangre para los exámenes respectivos; nos hacían la placa de rayos X y nos suministraban las medicinas respectivas; desde muy temprano desfilaban por la habitación el personal médico y paramédico con sus respectivas indumentarias haciendo de manera muy profesional su trabajo.

Quisiera aquí agradecer la labor que estos hermanos nuestros prestan desinteresadamente y con tanta dedicación. Hoy siento que son héroes anónimos que poco valoramos y a quienes muchos le debemos la vida.

En Venezuela desde que empezó esta situación de pandemia han sido muchos los profesionales de la medicina que han sido contagiado por esta terrible enfermedad y han pedido la vida. Que Dios les conceda la paz eterna a quienes murieron por tratar de darle la salud a sus hermanos.

Como decía en el primer artículo, en esta enfermedad todo conspira en tu contra y como nada está escrito, sino que todo es novedoso estoy seguro que con el tiempo se tomarán mediadas para hacer menos gravosa la situación del enfermo. 

Una de esas cosas en mi caso fue la imposibilidad de poder leer o rezar mi breviario. En los primeros días porque no podía ni levantarme de la cama sin que me diera una crisis respiratoria, pero luego porque no te dan ganas de hacerlo. Apenas podía rezar el santo rosario sin emitir voz alguna y orar en mi interior.

Ofrecía a Dios aquella situación por quienes llevo dentro de mi corazón. Recuerdo haber tenido muy presente a mi diócesis, a mi parroquia, a las vocaciones y especialmente a mis hermanos sacerdotes.

Supongo que como se respira poco y mal, no se oxigena bien el cerebro por lo que no se puede llevar de modo exhaustivo un récord de lo que acontece. Solo tengo una leve idea de lo que me pasó esos días pero son imágenes borrosas y llenas de confusión.

Perdí la noción del tiempo entre otras cosas porque estaba encerrado en una habitación en la que no veía la luz del sol y en la que difícilmente podía pararme siquiera para ir al baño. Recuerdo que el sábado me sentí abrumado. Aquellas paredes se me venían encima. Fue una sensación que nunca había experimentado antes. Sentí que tocaba fondo; me sentí deprimido.

Fue en ese momento cuando entendí las palabras de Jesús en la cruz: “¿Padre, por qué me has abandonado?”. No era un mero abandono ni efecto de la soledad o el aislamiento; era más bien un desamparo total y absoluto en el que me sumergía inexorablemente. Como cuando te hundes en el abismo y no logras tocar tierra; sentí que caía y nada podía detener mi caída, pero con el agravante de que conmigo se hundía toda mi vida.

Haciendo luego una reflexión sobre aquel sábado creo que tiene que ver con lo que algunos describen como la noche oscura del alma. Yo apenas lo experimenté unos minutos y sentía morir, no quisiera pensar en lo que otros han experimentado por largo tiempo.


Oración.

Mi Señor Jesús, médico de los cuerpos y de las almas, quisiera pedirte por todos aquellos que se han dedicado a prolongar tu acción misericordiosa ejerciendo la digna profesión de la medicina; médicos y enfermeros. Cuídalos a ellos de ser contagiados por alguna enfermedad peligrosa; guíalos a la hora de tomar una decisión que afecte a sus pacientes y a quienes durante este tiempo de pandemia han muerto, dales el descanso eterno.

Amén.


Pbro. David Trujillo

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Un cura sufre de Corona Virus

Me contagié de Covid-19

Este es el primero de varios artículos en los que deseo compartir mi experiencia. Una experiencia que no desearía repetir jamás y que desearía nadie sufriese. Me contagié de Covid-19. No sé dónde ni cómo. Lo cierto es que nadie está exento de ser contagiado y por los vientos que soplan serán muchos quienes en los próximos meses contraigan la enfermedad. No todos la padecen del mismo modo. Hay quienes incluso ni síntoma tendrán, pero otros en cambio parecen ser objeto de ensañamiento de esta terrible pandemia. Espero ayudar con mi experiencia a quienes lean estas líneas.

En lo personal siempre estuve consciente del peligro que encierra contraer el covid-19 y traté de cuidarme de no ser contagiado y menos contagiar a otros. Así que en cuanto tuve los primeros síntomas fui a que me pusieran un tratamiento. Parece que no fue suficiente…, me fui deteriorando hasta que un doctor amigo me aconsejó hospitalizarme.

Para ese momento no estaba consciente de la magnitud del problema que me aquejaba. En un principio rechacé la idea de hospitalizarme, pero el sentido común y los buenos oficios de este médico, una amiga y mi hermana me convencieron de su conveniencia.

A Dios gracias, a principio de año conseguí un seguro médico que cubría una buena cantidad de dinero. Así que, motivado más por mi asesor de seguro (otro parroquiano) que por convicción propia, hice el sacrificio y lo compré. Sin eso hubiera sido cuesta arriba poder recluirme en una clínica. A veces son esos sacrificios los que nos salvan la vida. Es curioso que mucho se gasta en tonterías y que valoramos poco lo que podría en verdad ayudar. Cuando se trata de la salud propia o de los nuestros no debemos escatimar en gastos.

Con esta enfermedad no existe nada escrito. Rompe los esquemas de lo que hasta ahora se ha vivido. Cuando nos hospitalizan siempre se permite uno o dos acompañantes. El enfermo en su estado siempre requiere de la compañía de alguien que le ayude. Hasta psicológicamente es importante contar con la cercanía de alguien.

Pues bien, el covid-19 ni siquiera eso nos permite. Esa noche me despedí y quienes estaban ahí lo hicieron con la nostalgia de la incertidumbre de no saber si nos volveríamos a ver ya que desde el comienzo se nos dijo que estaría aislado. 

Muchos han sido los que ese ha sido su último encuentro. Cuantas cosas quedan por decir a quienes se alejan o a quienes dejamos en ese momento.

Agradezco a Dios que hoy se cuente con teléfonos celulares. Eso me mantenía comunicado con el mundo exterior. Podía escribir mensajes cortos y mantener informados a familiares y amigos.

Me fui deteriorando al punto de casi no poder hablar; se me dificultaba respirar normal por lo cual me pusieron oxígeno. Esa misma noche empezó el tratamiento endovenoso. Consistía principalmente en un retroviral cuyo precio me enteré después oscilaba entre los 200 a 400 dólares.

Por iniciativa de mis parroquianos se hizo un flyer solicitando ayuda económica, pues de otra manera difícilmente se hubiera podido conseguir.

Una gran amiga que es médico prestó las dos primeras, el resto se donaron o se compraron con el dinero recaudado. Lo cierto fue que, en poco tiempo ya se tenía todo el tratamiento.

Bendigo a todos mis bienhechores por su generosidad. Creo que a partir de ese flyer muchos se enteraron de lo que me estaba pasando y empezó una cadena de oración por mi pronta recuperación.

Mi familia y el resto de mis amigos se activaron y fueron muchas las manifestaciones de cariño a través de los mensajes que recibía por el celular. En medio de mi gravedad ya Dios se estaba manifestando a través de ustedes.


Oración

Señor, Tú eres el médico de los cuerpos y de las almas. Te ruego por quienes son o serán contagiados de covid-19. Sé su consuelo en esos momentos de angustia; sé su apoyo en su tribulación y sé el bálsamo que alivie su respiración. Permite que te descubran en su dolor y ya que Tú sufriste más por nosotros ayúdanos a unir nuestros sufrimientos al tuyo de modo que podamos contribuir en algo a la redención que solo Tú has llevado a cabo.

Amén.

Pbro. David Trujillo

jueves, 17 de septiembre de 2020

Ideas Parabólicas IV - Parábola de los obreros de la viña



Esta parábola es muy rica en contenido y de ella se pueden sacar muchas enseñanzas:


1.- Introducción

Resaltan varias cosas interesantes en esta parábola: la primera de ellas es la generosidad del dueño de la viña que está dispuesto a darle al último lo mismo que al primero. No comete ninguna injusticia contra los primeros ya que, tal y como lo afirma la misma parábola, ellos habían acordado un denario por jornada (dicho sea de paso, un denario por jornada también muestra la generosidad del dueño). El pago representa la salvación que Dios nos ofrece. Es decir, la salvación la ofrece Dios a todos por igual. Lo otro que llama la atención es la insistencia con la que el dueño va a buscar él mismo jornaleros que estén dispuestos a trabajar en la viña. Se presenta como una persona diligente que no escatima esfuerzo ni recursos a la hora de encontrar trabajadores para su viña. En ella no todos pueden hacer lo mismo, pero de seguro todos pueden hacer algo.


2.- La viña es nuestra vida

La viña la representan varias realidades. De principio es cualquier realidad en la que somos invitados a trabajar. Puede ser nuestra propia vida, nuestra familia, nuestro país o nuestra Iglesia.

El que seamos llamados a lo largo del día a trabajar en ella significa que mientras estemos vivos podemos empezar de nuevo cuando así lo decidamos.

Mientras sea de día (mientras tengamos vida en este mundo) podemos hacer algo que transforme la viña. Ahora bien, en ella se puede regar con el agua del consuelo a las plantas agostadas por el calor de los problemas o el bochorno de las crisis que surgen; hay quienes pueden arrancar las malas hierbas del odio, el resentimiento o la envidia que se van acumulando alrededor de las plantas; de seguro habrá necesidad de vigilantes que puedan cuidar a la viña de los agentes tóxicos que quieran robar los frutos que otros han trabajado; son importantes los controles de calidad que estén atentos a mejorar el producto de la viña…, en fin, cada quien tiene un puesto de utilidad en la viña del Señor.


3.- Dios es el único dueño y señor de la viña

Siempre que puedo hablo sobre nuestra condición de administradores. Nosotros no somos dueño de nada. Todo lo que decimos que es nuestro lo hemos recibido de Dios. 

Tampoco somos meros empleados o asalariados. Tenemos parte en la heredad recibida por Dios. Ahora bien, en la parábola hay un momento en el que se le interpela al dueño el que haya pagado lo mismo a todos cuando no todos trabajaron igual.

El amo de la viña declara que Él está en el derecho de hacer con lo suyo lo que le plazca. Y es que nadie puede reclamarle a Dios su modo de actuar. Él no tiene que responder de sus acciones a nadie. No comete ninguna injusticia cuando decide pagarles a todos los obreros el mismo jornal. En todo caso hace uso de su poder libérrimo.

A veces nos atrevemos reclamarle a Dios las cosas que nos parecen injustas como si Él fuera el culpable de la maldad del hombre. En todo caso recordemos que sí es el dueño absoluto de todo cuanto existe. Un dueño que no actúa de modo despótico o caprichoso.

En la mente divina todo tiene un propósito, aunque nos cueste reconocerlo. Aquello que consideramos injusto en Dios (como perdonar al pecador arrepentido) no es más que manifestación de su amor misericordioso.


4.- Nos molestamos por las cosas buenas que les pasan a los demás

Esa es la otra idea en la que quiero detenerme. Hay gente que se molesta porque a otros les pasan cosas buenas o hay quienes se enojan porque otros son buenos.

El ser buenos a veces nos granjea la descalificación de los demás. No seamos así nosotros.

Que no se alberguen en nuestros corazones resentimientos o envidias contra nadie. Si no queremos ser luz no tratemos de evitar que los demás lo sean.

La idea es que contagiemos a los malos de la bondad de Dios y no que nos dejemos contaminar por la maldad de quienes solo albergan rencor en sus corazones.

La felicidad de los otros ha de ser la nuestra y seremos más felices en la medida en que procuremos la verdadera felicidad de quienes nos rodean.


Pbro. David Trujillo.

martes, 25 de agosto de 2020

Ideas Parabólicas III - La masa y la levadura



Siguiendo con las reflexiones de las parábolas deseo comentar la de la masa y la levadura. Son muchas las cosas que llaman la atención en este modo de hablar de Jesús y una de ellas es que son imágenes muy cotidianas. En su tiempo cada familia tenía que moler el trigo y hacer su propio pan que además, como bien sabemos, se ha convertido en el símbolo de la comida. De hecho, en la oración del Padrenuestro se nos manda pedir el pan de cada día…


1.- “El reino de los cielos se parece a la levadura”.


No es la primera ni única vez que Jesús hace alusión a la levadura. En otro pasaje les advierte a sus apóstoles que deben cuidarse de la levadura de los fariseos (Mt. 16,6). La levadura es un agente contaminante. Son las bacterias a través de la cual se corrompe el alimento; lo adultera o contamina. Se usa para producir o transformar un alimento en otro. Eso ocurre con el queso cuando se “corta” la leche y se produce la cuajada; o con la harina de trigo para hacer el pan o la torta. La levadura se usa de modo diverso en la cocina y sus efectos nos permiten degustar exquisiteces.

 

2.- Característica de la levadura.


Es un elemento que contamina desde dentro; transforma desde dentro o desde el interior. Podríamos decir que se “encarna” o se mimetiza en el otro y lo transforma. Además, es pequeña la cantidad que se requiere para hacer que todo fermente. Actúa de modo silencioso y aparentemente sin grandes señales. Casi pasa inadvertido. Llama la atención que Jesús utilice esta imagen de la levadura para hablar del Reino de los Cielos, pero es muy acertada y profunda.


3.- Contaminemos de Cristo al mundo entero.


Esa es la idea, ser levadura de Cristo es convertirse en un agente contaminador. Hasta ahora se aprecia con facilidad que lo podrido corrompe, pues la idea es que como cristianos (otros cristos en el mundo) invadamos de Cristo y de su mensaje salvífico a todos y de modo especial a quien está corrompido por el pecado. Un organismo vivo contaminado que no sea atendido con antibiótico terminará por contaminar o podrir las células buenas.

Pero una persona jamás podrá ser totalmente corrompido en esta vida. Al menos siempre habrá la posibilidad de convertirse y volver a la vida de la gracia. En Cristo podemos conseguir que nuestra vida renazca y rejuvenezca.

Ser levadura contaminadas y contaminantes de Cristo significa combatir el mal con el bien; la falsedad con la verdad; el odio con el amor; las tinieblas con la luz; el pecado con la gracia… 


Pbro. David Miguel Trujillo

lunes, 17 de agosto de 2020

Conoce a Nuestro Párroco David Miguel Trujillo Utrera

De Zuata para Dios


Nace en Zuata, estado Aragua, Venezuela, el 16 de noviembre de 1965, en medio de una familia numerosa, es el sexto de 10 hermanos, hijo de padres humildes de tradición católica. Su padre Pablo José Trujillo murió en 2002 y su bella madre Ysidra Yolanda Utrera de Trujillo aún vive. Eran una familia de agricultores y dependían de las cosechas. Con trabajo y dedicación sus padres les brindaron la educación que les permitió a todos ser profesionales. 

A los 12 años ingresa en el seminario Menor María Madre de la Iglesia donde tuvo de rector a quien ahora es Obispo de Guarenas, Monseñor Gustavo García. De Maracay fue a Valencia a estudiar filosofía. Monseñor William Guerra fue su rector en el Seminario Nuestra Señora del Socorro. Luego es enviado a Toledo a estudiar teología y regresó a tierras aragüeñas para ordenarse como Sacerdote el 18 de Agosto de 1990. A la fecha cuenta ya con 30 años de servicio en su ministerio sacerdotal.
 
Como sacerdote su primer encargo fue el de coordinar la pastoral vocacional diocesana y ser el asistente del Rector del Seminario. A los tres años fue enviado a la población de Camatagua en el Sur del Estado, donde estuvo tres años luego de los cuales es enviado a Roma en el año 1996 a seguir estudios de Licencia en la Pontificia Universidad Gregoriana obteniendo el título de Licenciado en Teología Dogmática. 

A su regreso a Venezuela en el año 1998 es nombrado rector del Seminario Mayor (de filosofía) hasta el año 2000 cuando es nombrado párroco de San Juan Apóstol en Caña de Azúcar. Posteriormente en el año 2002 es enviado a Estados Unidos a la Diócesis de St. Cloud en Minnesota por tres años. En Estados unidos, además de estudiar el idioma se dedica a realizar labor misionera. En el año 2005, al volver nuevamente a Venezuela, le nombran párroco de Nuestra Señora de Lourdes en la cual estuvo por más de 7 años.

En el año 2014 es nombrado Administrador Parroquial de la Resurrección del Señor y a su vez Rector del Centro Diocesano de Formación Teológica Pastoral para laicos “San Justino” espacios en los que actualmente desarrolla su ministerio. 

Alegremente, el 21 de abril de 2019 se convierte en Párroco oficial de la Parroquia La Resurrección del Señor, tras la elevación canónica de la misma.


Entre los diferentes cargos que ha desempeñado destacan:

  • Coordinador diocesano de las vocaciones
  •  Asistente del Rector del Seminario María Madre de la Iglesia
  • Administrador Parroquial de Inmaculada Concepción, Camatagua
  • Rector del Seminario María Madre de la Iglesia
  • Párroco de San Juan Apóstol, Caña de Azúcar, Maracay
  • Párroco de Nuestra Señora de Lourdes, Maracay
  • Rector del Centro de Formación Teológico y Pastoral San Justino (2014-2018)
  • Profesor de Teología en el Seminario Nuestra Sra. Del Socorro, Arquidiócesis de Valencia. Edo. Carabobo
  • Profesor de Filosofía en el Seminario Mayor María Madre de la Iglesia. Diócesis de Maracay.


Sus estudios:

  • Primaria: Zuata, Edo. Aragua. 1972- 1978.
  • Bachillerato: Instituto Diocesano Paulo VI. Maracay, Edo. Aragua. 1978-1983.
  • Filosofía: Seminario Mayor Nuestra Señora del Socorro. Valencia. Edo. Carabobo. 1983-1985.
  • Teología: Seminario Mayor San Ildefonso, Toledo. España. 1986-1990-
  • Licencia en Teología Dogmática. Pontificia Universidad Gregoriana. Roma. (1998).
  • Maestría en Teología. Universidad Santa Rosa de Lima. (2018).
El padre David es un servidor incansable, dedicado en cuerpo y alma a su ministerio sacerdotal, a la atención de las parroquias y de los diferentes centros educativos que ha dirigido.

De igual modo se mantiene en apoyo constante de movimientos y apostolados en la Diócesis tales como Cursillos de Cristiandad, Encuentro de Matrimonios con Cristo, Emáus, entre otros. Es un defensor de la familia, y dedica parte de su ministerio al acompañamiento y guía de las familias. 

En su parroquia actual La Resurrección del Señor, nuestra parroquia, ha asumido la tarea de construir no sólo la estructura del templo y su complejo parroquial sino como él mismo lo expresa “Crear la Parroquia Ideal", una comunidad, del mismo modo que se construye un hogar, más allá de la estructura física".

Sobre la base firme de Jesucristo y convocados por el Señor desde su amor y misericordia, la comunidad parroquial de La Resurrección del Señor se ha ido acercando, integrando y creciendo como hermanos. Cada día son más los que se integran al servicio haciéndose prójimos del otro guiados por su párroco y cada día también aumentan los nuevos miembros de la feligresía. 

Al respecto el padre David refiere: 

“Estoy muy contento de la parroquia que tengo, de ser su pastor y no es muy difícil serlo cuando hay buenas ovejas”.
Un sacerdote entregado a su ministerio, a la parroquia y al centro diocesano de teología, continúa día a día construyendo el reino de Dios y guiando al pueblo peregrino con sabiduría por el camino de la fe.


"El Señor continúe guiando su ministerio" 


Pastoral de Comunicaciones 
Parroquia "La Resurrección del Señor"





miércoles, 12 de agosto de 2020

Ideas Parabólicas II - Parábola de la semilla de Mostaza

 


1.- Introducción.

Seguimos reflexionando sobre las llamadas parábolas de Reino. Una semilla bien pudiera simbolizar el misterio de la vida. A simple vista pareciera estar muerta, pero en el momento en que se dan las condiciones ideales surge de ella la vida. Son muchas las veces en que Jesús se sirve de la semilla para transmitirnos su mensaje de salvación. Esta parábola es bastante corta, pero con una gran significación.


2.- Es la más pequeña de las semillas.

Casi ni se puede contener en el dedo. Comparada con los demás granos, la semilla de mostaza es insignificante. Dice Jesús que así es el Reino de los cielos.

Estamos acostumbrados a aquello que sobresale y minusvaloramos lo pequeño. Nos han hecho creer que lo importante es lo que se nota o se hace sentir; lo imperceptible pareciera no tener importancia. Valoramos más lo que está a la vista y menospreciamos lo que no se puede ver.

En el Principito una de las grandes verdades que se afirma es precisamente que lo que de verdad importa está oculto a los ojos. En nuestra cotidianidad existen cosas pequeñas que pasan desapercibidas pero que sin ellas seríamos desdichados.

Eso me recuerda la anécdota de un psicólogo que mandó como tarea a un grupo de pacientes hacer una lista de las cosas bellas que les ocurrieran a lo largo del día.

En la noche se dio cuenta que había cometido un grave error pues uno de sus pacientes les estaban sus dos piernas y se sintió mal porque, según él, eso era casi una burla. A la mañana siguiente cual sería su sorpresa cuando el primero en traer la tarea era precisamente el discapacitado. Su lista era la más larga de todas.

Ella asombrada y con lágrimas en los ojos leía atónita: poder ver cada mañana, sentir el agua fresca de la ducha, saborear un rico café, sentir el beso de su pareja, escuchar el canto de los pájaros, sentir el sol en su rostro y la brisa mañanera…; la mayoría de las veces estas cosas pasan desapercibidas para el común de las personas y son precisamente ellas las que nos alegran la vida.


3.- El valor de las pequeñas cosas.

Siempre he creído en el valor de lo pequeño sin menospreciar los grandes portentos. Todo lo grande ha debido tener un insipiente comienzo. Nadie nace adulto, sino que se hace adulto con el tiempo; las grandes empresas nacieron pequeñas y se forjaron con el tiempo.

Todo en esta vida empieza como un granito de mostaza…, recuerdo haber escuchado una enseñanza motivacional que hablaba de este tema. Se refería a la manera en que se puede dirigir a las grandes embarcaciones en alta mar.

Un trasatlántico es un barco de gran tamaño que puede maniobrarlo una sola persona, pero para eso se requiere de una gran maquinaria. En él existe un timón enorme que difícilmente se mueve si no fuera porque adosado al mismo existe otro más pequeño llamado aleta de compensación.

Es la aleta de compensación mucho más manipulable que al mover hacia un lado crea el vacío suficiente que a su vez hace mover el timón grande. He aquí el valor de las pequeñas cosas.

A veces nos angustiamos por lo macro y no nos percatamos de la grandeza lo pequeño. La crisis en nuestro país se ha ido agudizando cada vez más. Ciertamente que a grandes males grandes soluciones, pero de poco sirven las grandes estructuras sociales si como individuos no estamos dispuestos a poner nuestro granito de arena.

Imaginemos si en cada familia hubiera la preocupación de cuidar y orientar bien a los hijos; imaginemos si cada uno se esforzara por hacer lo que le corresponde lo mejor posible; si cada quien cumpliera las normas de convivencia social o del buen ciudadano sin justificarme en el sistema…, yo soy la aleta de compensación que unido a muchas aletas más podríamos dar un cambio a la familia, a la iglesia y a la sociedad en la que vivo.

4.- Grano de mostaza que se siembra.

Si queremos cosechar antes hay que sembrar. Esto que parece tan evidente no pareciera serlo tanto porque son muchos quienes aspiran cosechar sin antes haberse molestado en sembrar.

Para que haya un cambio se requiere que en ello se trabaje. Si nos empeñamos en no sembrar nada difícilmente cosecharemos, pero peor aún, si lo que sembramos es maldad y corrupción de seguro no será virtud lo que cosechemos.

Por otra parte, no pretendamos tener buenos resultados si haceos siempre las cosas del mismo modo.


Pbro. David Trujillo

lunes, 3 de agosto de 2020

Ideas Parabólicas I - La Parábola del Trigo y la Cizaña (Mt. 13,24-43)


Con este epígrafe deseo agrupar a algunos de mis artículos que pretenden hablar de ciertas ideas que se desprenden de las parábolas de Jesús. En efecto, Ideas Parabólicas lo que pretende es recoger y reflexionar sobre algunas parábolas que domingo a domingo aparecen en el evangelio. La primera parábola será la del Trigo y la Cizaña. El orden de estas reflexiones viene dado por el domingo ordinario del ciclo A que es en el que nos encontramos al momento de escribir. En este caso estamos hablando del domingo XVI en el que se nos presentan tres parábolas emblemáticas y a las que deseo abordar en los próximos días.

1.- Introducción.

Esta parábola es una de las llamadas parábolas del Reino. Ellas conforman un grupo de parábolas que tratan de explicarnos no qué es el Reino de los cielos que Cristo vino a traernos, sino más bien cómo es ese Reino que él mismo inaugura. La razón es sencilla, el Reino de los cielos no es otra cosa que la irrupción de Dios en la historia de la humanidad. Es Dios mismo que se hace presente y eso no se puede definir, sino en todo caso lo que podemos hacer es describirlo. Es decir, con cada parábola lo que se pretende es mostrar un aspecto de una realidad inabarcable. Por otro lado, la razón por la que se habla en parábola es, según San Mateo, para que se cumpliera la profecía del antiguo testamento. “Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo” Pero además considero que la parábola es un recurso literario fácil y ameno con el que se transmite una enseñanza y se capta la atención del interlocutor porque el evangelio está diseñado para ser entendido por niños o gente de sencillo corazón.

2.- Mientras la gente dormía.

Esta expresión me hace mucho ruido. En el campo del Señor somos muchos los aún permanecemos dormidos y mientras nosotros dormimos los enemigos del Reino están “trabajando”. El mal no descansa. Ahora mismo viene a mi cabeza la situación por la que estamos pasando en Venezuela y no me resta más que reconocer que en gran parte todo cuanto acontece se debe a que la “gente buena” se ha quedado dormida. En el mundo hay quienes lo malo lo hacen muy bien y quienes lo bueno lo hacen mal. Duerme aquel que se hace el indiferente ante la maldad que ocurre a su alrededor; quien calla ante las injusticias que se cometen solo porque no es él el afectado; quien por miedo a perder el puesto de trabajo o algún privilegio se anula a sí mismo creyendo que sus acciones no harán la diferencia; peor aún, duerme quien se acostumbra a lo malo y se habitúa a que las cosas pasen sin más.

3.- Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha.

La paciencia de Dios es nuestra salvación dice San Pedro (2Pe. 2,15) Una manera fácil de resolver el problema era arrancar de raíz la cizaña una vez que apareció. Quizá en algunas circunstancias es la mejor opción. Lo malo hay que eliminarlo desde el comienzo, de ese modo nos ahorramos muchos dolores de cabeza y evitamos males peores. Si dejamos que la maldad crezca nos exponemos a perderlo todo. No obstante, en la parábola el amo permite que el trigo y la cizaña crezcan juntos por temor a que por eliminar la cizaña sea eliminado también el trigo. La idea de la parábola es hacer ver que, en nuestro caso, la maldad y la bondad habitan en el mismo corazón. Solo Dios es totalmente bueno y de Él no se puede esperar nada malo y solo del demonio no se puede esperar nada bueno. Pero en el corazón del hombre la cizaña y el trigo crecen juntos. Al final prevalecerá aquello que yo he alimentado más. Además, si es verdad que, en la vida real, el trigo nunca se podrá convertir en cizaña y viceversa, también es cierto que en nuestro caso siempre existe la posibilidad del arrepentimiento y es eso lo que Dios espera, nuestra conversión. Dios nos tiene paciencia y espera a que la cizaña con la influencia del trigo cambie. Aunque con frecuencia pareciera que ocurre lo contrario, es decir, la cizaña pareciera envolver al trigo y contaminarlo. He ahí nuestro reto como trigo.

4.- Hasta la siega.

Por los frutos nos conocerán (Mt. 7,20) Al final del camino lo que nos definirá si somos cizaña o trigo será el fruto que produzcamos. A lo largo de nuestra vida la cizaña y el trigo se pueden confundir, pero lo cierto es que la cizaña jamás dará trigo. Es por eso que el amo decide esperar el momento de la siega. Ahí ya no habrá posibilidad de confundir una cosa con la otra. El cristiano podrá llevar una vida de mera apariencia; podrá ser un lobo revestido con piel de oveja, pero de seguro cuando llegue el momento del juicio divino no habrá más posibilidad que descubrirse tal y como es en verdad.

miércoles, 22 de julio de 2020

Desmitologizando VI

“El castigo divino”



“Si te portas mal Dios te va a castigar”. 

¿Cuántas veces hemos escuchado decir a nuestros viejos esta sentencia? Detrás de ella subyace la contraria: si te portas bien Dios te premiará.

Lo cierto es que a lo largo de nuestra vida se nos ha hecho creer que Dios es un verdugo que está esperando nada más que nos equivoquemos para descargar contra nosotros la espada de Damocles. Crecemos pensando que debemos portarnos bien para no ser castigado y es que el castigo y la reprensión forma parte de la educación con la que nos forman desde pequeños, pero lo lamentable es que nos quedemos en esa idea propia e incompleta del antiguo testamento y no trascendamos a la revelación llevada a su plenitud en Cristo. Tratemos de ahondar en el tema.

1.- Dios castiga a los malos y premia a los buenos.

Pero si es así, ¿Por qué hay gente mala que le pasan cosas buenas y hay gente buena que le pasan cosas malas? Ahora mismo en Venezuela estamos viendo como “disfrutan” los malos y sufre gente inocente como consecuencia de las acciones de los malos.

No faltará quien afirme que las promesas de Dios se cumplen, pero no en esta vida sino en la otra. Algo así como lo que nos narra la parábola de Lázaro y el rico Epulón (Lc. 16, 19) donde pareciera afirmarse que el rico se condena porque disfrutó en este mundo de sus bienes y el otro se salva porque lo único que hizo fue sufrir.

No es mi intención abordar temas profundos que ameriten una dedicación especial, ni abrir puertas que luego no pueda cerrar, solo deseo abordar, de la mejor manera, el llamado castigo divino visto con la mentalidad del hombre de hoy.

2.- La teología de la mera retribución.

En todo esto subyace la cosmovisión semita en la que se afirma que Dios no abandona al justo; “Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan” (Sal, 37,25) o también la teología de la mera retribución que consiste en creer que si el hombre actúa bien le irá bien en la vida, pero si actúa de mala fe tendrá su merecido también en esta vida.

En Oseas 8,7 se afirma: “quien siembra viento cosecha tempestades”. Lo cierto es que vemos demasiadas injusticias sin castigar en esta vida que, no pocas veces, dudamos de la misma justicia divina.

Nos cuesta entender que “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1Tm, 2, 4) y su paciencia es nuestra salvación dirá San Pedro (2Pd. 2,15) Si de nosotros dependiera de seguro no dejaríamos sin castigo a los malos…, cuando pensamos de este modo nos colocamos en el bando de los inocentes o perfectos cuando la verdad es que todos tenemos algo de malo y de bueno. En nuestro corazón crecen al mismo tiempo el trigo y la cizaña.

Nadie es químicamente malo ni bueno. El hecho que haya otros a quienes yo catalogue peores que yo no me hace mejor que ellos. Dirá San Pablo que no somos jueces de nadie (Col. 2,16) sólo Dios lo es.

3.- Dios no castiga, sino que corrige como padre.

Un verdadero padre busca la manera y no escatima esfuerzos para que su hijo se enmiende. Eso que entre nosotros llamamos castigo no lo podemos aplicar sin más a Dios a no ser que sea no más que un antropomorfismo (aplicar a Dios actitudes humanas).

El castigo lleva consigo una carga de ira y de venganza que en Dios no podría existir. El castigo no siempre busca hacer que la persona se corrija sino muchas veces pretende descargar en el otro la furia de nuestras propias frustraciones. 

En Dios lo que existe es corrección y ella nace del amor y del deseo de ayudar a quien se ha equivocado. Es verdad que “ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (Hb, 12, 11ss) pero depende de nosotros ser lo suficientemente maduros para darnos cuenta lo mucho que Dios nos ama y lo manifiesta a través de sus correcciones.

4.- Nos castigamos a nosotros mismos.

A veces lo que nos pasa no es más que las consecuencias o el fruto de nuestras malas decisiones. El hombre goza de libertad y por eso mismo es responsable, es decir, tiene capacidad de dar respuestas de sus acciones. Todo lo que hacemos tiene consecuencias para bien o para mal.

Existen cosas malas que nos pasan porque no sabemos administrar nuestra libertad. Dios no es culpable de que alguien caiga en las drogas o termine con SIDA o que nos convirtamos en asesinos; no está bien achacar a Dios las cosas malas que nos pasan y que son consecuencias de nuestras malas acciones. En todo caso siempre tendremos de parte Suya la posibilidad de ser perdonados, así como de resarcir el daño que hemos causado y volver a entrar en comunión con él.

5.- Hacer el mal no es rentable. 

Independientemente de “lo bien” que se lo pasan los que obran el mal, estoy convencido que hacer daño jamás podrá hacer feliz a alguien. Independientemente de si en este mundo se pague el mal que aquí se hace o no, estoy seguro que no se puede vivir en paz mientras otros sufran por mis injusticias. Ya sea que me cobren el mal realizado en este mundo o no, no hay nada como vivir con la conciencia tranquila y el juicio sereno de saber que cuanto me comí me lo gané de modo honrado y cuanto disfruté no se lo robé a nadie.

No hay como poder andar por la vida sintiendo el respeto y el cariño de las personas a quienes hice el bien, pero por otro lado, qué triste es tener que vivir en una zozobra por no saber cuándo me maldecirán o me despreciarán por el daño que he causado a los demás.

Pbro. David Miguel Trujillo

miércoles, 15 de julio de 2020

Desmitologizando V

“Cristo ante la pobreza”



Este artículo es la segunda parte del anterior en el que hablábamos de la actitud de Cristo ante las riquezas.

Me pareció oportuno tratar estos dos temas por separado dado lo mucho que se puede sacar de ambos tópicos. En torno a la pobreza mucho se ha dicho y es por eso que deseo empezar distinguiendo la pobreza de la que nos habla el evangelio de cualquier otro tipo de pobreza.

1.- Pobreza evangélica.

Jesús nació pobre y vivió entre los pobres. Nos dirá el documento de Puebla (1979) que “hizo una opción preferencial por los pobres”. En los evangelios existe la tendencia a presentar a Jesús siempre en medio de la “gente pobre”. Pero la pobreza a la que se refiere el evangelio tiene más que ver con la actitud de sencillez y mansedumbre de aquellos con quienes se codeaba Jesús.

En las bienaventuranzas se les llama dichosos a los pobres porque de ellos es el reino de los cielos (Mt. 5, 3) y en otro pasaje se dice: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito…, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt. 11, 25-30).

Pobre en la mente de Jesús es aquel que teniendo o no dinero, posee un corazón humilde y sencillo. En el evangelio el sinónimo de pobre es el hombre manso, el que no alberga en su corazón sentimientos de soberbia y orgullo. Ya en tiempos de Cristo se hablaba de los anawin que eran los pobres de Yahvé; personas piadosas que tenían a Dios como su único tesoro.

2.- Pobreza no evangélica.

Hay otro tipo de pobreza, la que nos presenta el mundo. A esa la llamamos la NO evangélica. Puede dividirse en dos. 

Una es la que atañe a lo meramente material. La carencia de bienes materiales es sin duda una pobreza. Hay personas que no tienen qué comer o donde vivir. Son muchos quienes en este mundo carecen de lo básico para satisfacer sus necesidades.

Este tipo de pobreza está ligada a la falta de educación sistemática o a la poca instrucción en el desempeño de un oficio. No estoy diciendo que todos los pobres sean personas ignorantes por carecer de benes o que no puedan desempeñar un trabajo como cualquier profesional, sino que se ha ido creando la idea de que pobreza significa mendicidad. De ahí que las personas que sean pobres porque carecen de bienes materiales piensen que deben vivir en medio de la miseria y la suciedad.

Esto me lleva a una segunda pobreza que es la de mente. No la llamo pobreza espiritual porque hemos de diferenciarla de la pobreza evangélica. Con pobreza de mente me refiero a quienes, independientemente de los bienes que posean, tienen un “rancho en la cabeza”. A veces son personas con muy baja autoestima, no pocas veces tienen grandes complejos de inferioridad y muchos de ellos terminan resentidos de la vida.

Este tipo de pobre a veces lo es tanto que lo único que le queda es el dinero que han logrado acumular. La mayoría de ellos terminan deshumanizándose y son muy peligrosos cuando llegan a ostentar cargos de poder. A este grupo pertenecen muchos o sus características se pueden constatar mimetizada en el resto de la gente.

3.- Un rancho en la cabeza.

Así pues, la mayor pobreza la llevan muchos en la cabeza que no conforme con vivir miserablemente desean que los demás también lo hagan. Hay quienes critican a los curas y a las monjas porque no somos “pobres”. También los hay que piensan que son pobres porque los demás son ricos.

Pues bien, creo que no se es más pobres porque se ande descalzo pudiendo usar zapatos. Ni porque se viva en una pocilga sucia y descuidada pudiendo vivir dignamente; no se es más pobre porque se vista uno desaliñado y maloliente pudiendo andar con ropa limpia y bien planchada. La pobreza no está reñida ni con la higiene ni con la dignidad. Ser pobre no significa casarse con la miseria. Además, el que seamos ministros de Dios no significa que debemos vivir como pordioseros. Y si en última instancia, alguien se ha lucrado con la religión de seguro tendrá que responder ante Dios de su conducta.

No niego que existan “simoníacos” (personas que se lucran por la religión) dentro de la Iglesia católica, pero ciertamente que ellos representan la minoría y no es correcto meter a todos los consagrados en el mismo saco. Amén de que es justo que también se vean las obras de caridad que, con el “cochino” dinero, muchos consagrados logramos mantener casas de albergues, escuelas, hospitales y ancianatos entre otros.

4.- La verdadera pobreza

Está en no apegarse a las posesiones; en hacer de ellas una fuente de caridad para socorrer a quienes más lo necesiten. Somos más libres cuando menos necesitamos y cuando nuestro único tesoro es Dios; cuando ponemos al servicio de los demás aquellos que somos y tenemos.

La verdadera pobreza es liberadora y nos ayuda a crecer como personas. Nos mantiene el corazón abierto al otro y nos hace más solidarios. No es ser “conformistas” lo que Dios quiere de nosotros, sino que seamos conformes con lo que tenemos y le estemos agradecidos por lo que nos da. “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mt. 6,24).

Sirvamos solo a Dios y luchemos para que todo nuestro ser y todo lo nuestro le pertenezca.

Pbro. David Trujillo

martes, 7 de julio de 2020

Desmitologizando IV

“Cristo ante la riqueza”



Existen muchos mitos relacionados a la palabra “pobreza”, especialmente cuando la abordamos desde el evangelio. No creo poder agotar el tema pero trataré de ser lo más explícito posible y para eso deseo comenzar hablando de la actitud de Cristo ante riqueza.

1.- Lo que nos dice la Palabra de Dios sobre las riquezas

San Pablo nos dice que “Cristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos a todos” (2Cor, 8,9); El mismo Jesús afirma que “las zorras tienen madrigueras…, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt. 8,20).

Refiriéndose al apego a las cosas materiales, Jesús asegura que: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al Reino de los cielos” (Lc. 18,25). Así pues, son muchas las citas del Nuevo Testamento en el que se aborda el tema de Cristo y su actitud ante las riquezas.

En este sentido resulta emblemática la parábola del pobre Lázaro y el rico epulón (Lc. 16, 19ss) donde pareciera que el rico se condena por ser rico y haber recibido sus bienes en este mundo y el pobre se salva por ser pobre y haber padecido infortunios en esta vida. La verdad es que el rico se condena por ser indolente y egoísta ante el sufrimiento de quien se moría a la puerta de su casa y el pobre se salva porque desde su enfermedad e indigencia no dejó de creer en Dios ni renegó de Él.

2.- Jesucristo no está en contra de los ricos, sino más bien en contra del apego desordenado a las riquezas. En el evangelio se afirma que Jesús tuvo amigos ricos (Zaqueo, José de Arimatea…) Incluso uno de sus discípulos más inmediatos era un recaudador de impuesto (Mateo). Él supo distinguir siempre entre los ricos y sus riquezas.

Las riquezas pueden ser una bendición cuando son el fruto del trabajo y del sacrificio personal; no es malo ser rico ni es pecado disfrutar del fruto de nuestro esfuerzo honrado. A través de nuestras riquezas podemos conquistar nuestra salvación.

A lo largo de la historia de la cristiandad han existido santos que han sido ricos y han tenido mucho poder (San Luis Rey de Francia, Isabel de Portugal, Margarita de Escocia…) Jesús jamás pretendió una división entre los ricos y los pobres. Su actitud ante los ricos fue la misma que tuvo frente a los pobres; su mensaje de salvación era para todos.

3.- Lo que Jesús siempre condenó fue ese apego que tanto ricos y pobres tienen para con los bienes que poseen.

El problema está en hacer un dios de nuestras riquezas, eso nos convierte en idólatras. A veces más que tener posesiones las posesiones nos tienen a nosotros. Pero esto es una tentación que nos puede afectar a todos por igual, tanto a ricos como a pobres.

Cuentan que una vez llegó una persona a buscar consejo ante un anciano sacerdote que lo conocía desde cuando era niño. Aquella persona expresó su vacío existencial y le contó al sacerdote que no siempre fue así. Le dijo que cuando era pobre vivía al día pero se sentía feliz y con entusiasmo; lo poco que tenía lo compartía con quienes tenían menos y que, a pesar de la estrechez se sentía en paz, pero que luego que se hizo rico había perdido su paz interior y que ya nada le satisfacía. Después de escucharlo con atención, el anciano sacerdote le pidió que se asomara por la ventana y le dijera qué veía. Él lo hizo y respondió que veía a la gente pasar inmersos en sus cosas; a los niños jugar y a las parejas enamorarse…; después de eso le pidió que se mirara en el espejo de la oficina y le preguntó qué veía a lo que nuestro amigo respondió: veo mi rostro cansado y agobiado por la vida.

Fue en ese momento cuando el anciano le dijo que cuando era joven podía ver con sus ojos a los demás y darse cuenta de aquellos que le estaban entorno y que compartía con ellos sus mismas experiencias, pero que luego le había colocado una capa de plata a sus ojos y a partir de ese momento ya no podía mirarse sino a sí mismo; se había vuelto egoísta y avaro.

4.- Hay quienes critican a la Iglesia porque es “rica” y a los obispos y sacerdotes porque viven “bien”. En lo personal considero que esa es la crítica de quienes albergan envidias en sus corazones. Personas que no han sabido administrar los talentos que Dios les dio y se molestan por el progreso de los demás.

Se nos ha querido hacer creer que somos pobres porque los demás son ricos. Si una persona no ahorra; si no es capaz de invertir y administrar sus bienes; si lo poco que gana lo malbarata o peor aún, lo gasta en vicios y loterías, jamás tendrá nada.

Por otra parte, quienes somos consagrados no vivimos del aire. Al igual que Jesús en su tiempo, necesitamos “llevar una bolsa” para comprar lo necesario para vivir en una sociedad en donde la comida y los servicios de salud o de transporte cuentan dinero. Si criticamos a nuestro párroco porque tiene un “buen vehículo” para moverse pensemos en que de seguro no se lo debe a nadie y que lo ha comprado de su propio peculio o lo ha adquirido con su esfuerzo y dedicación. 

¿Cuántas veces hemos escuchado a personas muy críticas decir que si se vendieran las posesiones que tiene el Vaticano de seguro se alimentaría a mucha gente en este mundo? 

¿Cuántos ministros de Dios no viven en palacios como príncipes y llevan una vida de ricos? Pues bien, para quienes piensan de ese modo se les recuerda que la Iglesia es una institución que lleva más de dos mil años de existencia. Su patrimonio no le pertenece en absoluto; no hace otra cosa sino administrar lo que a lo largo del tiempo ha ido adquiriendo, pero son bienes que le pertenecen a la humanidad y están al servicio de su misión en este mundo. 

Los grandes y hermosos templos sirven para rendir culto a Dios, para eso se construyeron y para eso se les utiliza. Las obras de arte de los grandes artistas están en museos administrados por la Iglesia y cualquiera que desee puede disfrutar de ellas. Además, el problema de la hambruna mundial y de otros muchos males no se resuelve vendiendo templos ni obras de arte para dárselo a los pobres; se resolverá cuando los líderes mundiales, los jefes de estados y todos los hombres de buena voluntad nos unamos para erradicar la corrupción, el populismo, los vicios y el egoísmo; cuando nos volvamos más sensibles ante las necesidades de nuestros hermanos más cercano (a veces aquel que vive bajo el mismo techo) y aportemos nuestro granito de arena para socorrer a quien por sí solo no puede ganarse el pan que se come, pero también cuando nos empeñemos en despertar la conciencia de quien pudiendo trabajar prefiere pedir.

Pbro. David Miguel Trujillo